domingo, 14 de noviembre de 2010

LO MÁS SAGRADO...


He hablado en este blog, muchas veces ya, del respeto al otro, de la tolerancia con los demás, del amor a los otros. Hoy daré un paso más. Quienes tenemos creencias religiosas basadas en el Evangelio, en Jesús, en la tradición cristiana, si es que pretendemos ser coherentes con tales creencias, tendríamos que tomar en serio que no basta con el “respeto” al otro. Hay que llegar hasta la “sacralización” del otro.


En la teología cristiana tenemos, entre otros, un vacío importante. El vacío de una buena teología y de una buena experiencia de “lo sagrado”, vivido cristianamente. Para el cristianismo, como para las demás religiones, “lo sagrado” es el templo, el púlpito, el estrado, las imágenes de los santos, los días sagrados, las personas consagradas. Es decir, los cristianos, como los demás hombres religiosos del mundo, hemos sacralizado cosas, objetos, cargos, en los que pensamos que encontramos a Dios y nos relacionamos con Dios. En esto, el cristianismo no ha hecho sino imitar o copiar lo que venían haciendo todas las religiones desde tiempos antiquísimos.


Pero ha llegado la hora de que los cristianos afrontemos de verdad una cuestión capital: el vacío de los templos, el poco apego que se tiene a las cosas de la religión; es la ocasión privilegiada que los “signos de los tiempos” nos sirven en bandeja, para que caigamos en la cuenta de que se está produciendo un “desplazamiento” de lo sagrado, una auténtica “metamorfosis” de lo sagrado, que no es un atentado contra la religión y contra Dios. No, no es eso.


Se trata, por el contrario, de una “recuperación” de lo sagrado en el sentido auténtico que le dio Jesús y que se encuentra en el cristianismo naciente: en los evangelios, en las cartas de Pablo, en la Iglesia primitiva.
Sabemos que Jesús dijo del templo que había sido convertido en una cueva de bandidos. Los sumos sacerdotes no aparecen nunca en los evangelios como oficiantes de lo sagrado, sino como agentes de sufrimiento y muerte. El Sanedrín vio en Jesús la más seria amenaza precisamente para el templo (Jn 11, 48). Y por eso dictó pena de muerte contra él (Jn 11, 53). En el juicio religioso, teniendo tantas cosas como los dirigentes religiosos tenían contra Jesús, la acusación suprema que hicieron para condenarle fue su ataque al templo (Mc 14, 58 par). Y lo mismo hay que decir de las burlas ante la cruz (Mt 27, 39-44 par).


Por lo demás, sabemos que Jesús le dijo a una mujer samaritana que había llegado la hora en que se acabó la adoración a Dios en este templo o en aquél. Lo que Dios quiere es la adoración “en espíritu y en verdad” (Jn 4, 21-24). Y después de la resurrección, el primer mártir, Esteban, les dijo a los dirigentes judíos que “el Altísimo no habita en edificios construidos por manos humanas” (Hech 7, 48).


Entonces, ¿dónde está Dios? San Pablo les dijo a los cristianos de Corinto: “vosotros sois el templo de Dios” (1 Cor 3, 16-17). Más aún, el cuerpo de cada ser humano es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6, 19). Y el mismo Jesús había dicho: “donde dos o tres se reúnen... allí estoy yo” (Mt 18, 20). Y todavía más claro: Jesús insistió en que quien “recibe” (Mt 10, 40), “acoge” (Mc 9, 37) o “escucha” (Lc 10, 16; cf. Jn 13, 20) a alguien, por pequeño que sea, es a Dios mismo a quien recibe, acoge o escucha.


Nada tiene de extraño entonces que, en el juicio final, el Señor dicte sentencia afirmando: “lo que hicisteis con uno de estos, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).
La cosa está clara. Jesús sacó a Dios de los sitios sagrados, lo separó de los objetos sagrados, de los tiempos sagrados, etc. Y puso a Dios en cada ser humano. De manera que lo que le hacemos a cada ser humano, es a Dios a quien se lo hacemos. Y Jesús no puso límites, ni condiciones, ni hizo separaciones. También en las cárceles está Dios: “estuve preso y fuisteis a visitarme”.


Lo que pasa es que nosotros hemos vuelto a meter a Dios en el templo, le hemos construido catedrales, iglesias, capillas de todas clases... Y nos pensamos ingenuamente que Dios está en los altares, honrado y respetado, como se merece. Cuando la verdad es que a Dios le faltamos al respeto siempre que no respetamos a alguien. Y mucho más cuando ofendemos, nos aprovechamos, robamos, matamos o simplemente le amargamos la vida a quien sea.


A Dios lo humillamos y lo torturamos todos los días, a todas horas y en todas partes.
Y que nadie me venga diciendo que esto es sacar las cosas de quicio. A no ser que, efectivamente, nos hayamos echado el alma a las espaldas y estemos realmente persuadidos de que donde mejor está Dios es metido en su templo de siempre. Porque en la calle, en la casa, en el trabajo y en el paro, en el bar y donde sea, se está mejor sin dios.


Cuando la verdad es que donde no nos gusta que esté (en cada persona), allí es donde, a ciencia cierta, está el Señor.

5 comentarios:

  1. ufffffff, cuidadinnnnnnnn. Querido amigo con el panteismo en referencia a la presencia de Dios en las cosas o al gnosticismo, referente a la presencia de Dios en las personas...

    Si me permites, quisiera ser más realista. Dios no está y punto. No está, ¿Tanto nos cuesta aceptar esa realidad? Nos empeñamos en darle forma, en verlo en los demás, casi nada... o en imaginarlo y tal vez así perdamos de vista SU revelación, porque esa es la única manera de percibirlo, si el se revela y si queire revelarse. No está en nuestros patrones poder percibirlo de forma sensorial ni de ninguna otra forma a no ser que ÉL se revele y quiera hacerlo. Querido, Juan Ra, ¿De verdad que puedes ver a Dios en las personas? yo más bien, veo al diablo. Un abrazo fuerte amigo, y vuelve.
    tu discípulo, Diego

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  2. Pues yo creo que estar, está. Mientras exista vida en la Tierra es porque está Dios. Si Dios no estuviera dejariamos de existir.
    Y en cuanto a que no lo podemos ver de una forma sensorial? Es cierto que no lo podemos tocar, oler, saborear como lo puedes hacer con la comida o las cosas materiales o físicas.
    Pero me niego a creer que "yo" sea sólo polvo o algo físico.
    A mi se me puede ver, oir, tocar, etc. Pero ni esa voz soy yo, ni ese cuerpo soy yo (cual...¿ el de adolescente o el de ahora?)
    No, a mi no me ves, ni me reflejo en el espejo (mi forma física igual si, pero yo no)Yo soy algo que ni se huele, ni se ve, ni se toca...Mi cuerpo si, pero eso cambia y pasa...
    Ahora dices Diego que Dios no está porque no ves una forma física de un ser grande con ropas y barba blanca que se pueda ver y tocar, etc...
    No puedes sentir, no con los ojos, la nariz, la boca o las manos...su presencia?
    A pesar de que nos da libertad de actuación, no eres capaz de sentir que está?
    Que si le hablas te escucha? Pero no hace falta que le hables a viva voz...
    Es que porque si no lo escribo, y tu no puedes leer mis palabras, no las estoy diciendo desde mi pensamiento?
    Igual nos hemos apartado tanto que somos incapaces de sentirle, de escucharle, pero el está...
    Ricardo

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  3. Gracias por tu reflexión, trataré de explicarme. Dios no está en la misma manera que estaba. Es decir, que si está o si lo sientes, es porque ÉL se revela y quiere hacerlo. Antes de la caida, se podía habalar "cara a cara" (aún siendo un antropomorfismo claro) manifiesta una diferencia notabla a la situación actual. Dios puede ser hallado pero porque ha deseado manifestarse no porque yo quiera verlo. Un abrazo

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  4. ¿Y qué hay del Espíritu Santo? ¿Acaso no es Dios? ¿O es que vamos a caer en cierta postura politeísta?
    Si le sacamos punta a todo lo que decimos o hacemos no podríamos ni expresarnos. No creo que aquí se esté hablando de una extraña transubstanciación en la que las cosas poseídas por Dios se conviertan en Dios.

    Yo creo que Dios es constante revelación y constante acción y constante presencia. Otra cosa es si el ser humano está dispuesto a recibir esa revelación, a notar la acción y a percibir su presencia.

    Y yo sí veo a Dios en las personas (y al diablo en algunas, también). Lo veo en la mirada de dos enamorados, en a mano del bebé que se aferra a su madre, en el señor que se levanta en el autobús para que se siente una abuela, en el médico que después de 48 horas sigue despierto en Puerto Príncipe.
    Si el ser humano es todavía capaz de dar amor, es porque Dios está ahí. Esther

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  5. gracias Esther, me ha gustado mucho tu reflexión y es muy hermosa. Simplemente pretendo un acercamiento a la obra de "la revelación y la inspiración" de un Dios inaccesible por el pecado que se vuelve accesible por la redención. Un abrazo

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