miércoles, 13 de octubre de 2010

LA FE Y LAS OBRAS

Continuando con las reflexiones que realizábamos en la anterior entrada (pido perdón por el excesivo tiempo que ha pasado entre aquélla y ésta...) quiero proponeros unas cuantas ideas sobre este asunto que tantos ríos de tinta (y de sangre, en muchas ocasiones...) ha hecho verter.


Muchas veces me preguntan cómo compatibilizar, en el ámbito de lo religioso, este binomio tan raro, a veces paradójico, entre fe y obras, entre Ley y Amor.

¿Se nos juzgará por la fe? Por supuesto que sí. Pero... ¿se nos juzgará por las obras? Pues creo que también... De hecho, sólo así podemos entender que los mensajes de Pablo y de Santiago, por ejemplo, no se contradigan, y no acaben produciendo en el creyente una especie de esquizofrenia espiritual.

¿Qué es más importante entonces, la fe o las obras? Cuando me plantean esta pregunta, sospecho. Lo hago porque, en el fondo, se está planteando una dicotomía inexistente en el Nuevo Testamento, del que somos herederos. La relación entre fe y obras no es disyuntiva, ni en Jesús, ni en las cartas del Nuevo Testamento, ni en la mentalidad de la iglesia primitiva. No es disyuntiva sino, al contrario, copulativa. Intentaré explicarme, porque mis amigos liberales estarán pensando que me he vuelto loco, y mis amigos legalistas se estarán frotando las manos, quizá sin razón ninguno de los dos:

Que quede bien claro: a mi entender, a la salvación sólo se puede acceder mediante la fe. Este requisito, que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento significa, ante todo, adhesión, no se enfoca en la Biblia hacia verdades, o hacia dogmas, sino hacia personas. En el Antiguo, hacia el Padre. En el Nuevo, hacia Jesús de Nazareth, que asume la misión de revelarnos al verdadero Padre, cuyo único signo de carácter es el amor. Pero cuando alguien se adhiere a una persona, no lo hace a una sombra, o a una entelequia. Eso es primar el dogma, las supuestas verdades que nos parece encontrar. Adherirse a alguien es hacerlo a su forma de ser y actuar. Es abrazar su proyecto de vida, lo nuclear de su razón de ser.

Así que la fe, que nos permite descubrir el proyecto de salvación de Jesús, significa, en primer lugar, adherirnos a su proyecto, y abrazarlo hasta sus últimas consecuencias.

Pues bien... ahora soy yo el que planteo una pregunta: ¿Podemos decir que el proyecto de vida de Jesús de Nazareth, su novedad, lo nuclear de su mensaje, fue enseñar que hay que cumplir la Ley? En absoluto. Eso no era ninguna novedad. Cientos y cientos de escribas y fariseos centraban su vida en enseñar eso mismo. Lo nuclear del mensaje de Jesús, aquello en lo que se empleó a fondo, fue la compasión, que mueve a la acción a favor de los demás. Para Jesús, los frutos de la compasión era lo que demostraba que el Reino de los Cielos se ha acercado. Sentir la necesidad del otro como si fuera propia. Ese fue el proyecto de Reino de Jesús de Nazareth, y ése es el estilo de vida al que nos propone adherirnos (tener fe, dar crédito...).

Por ello, en la parábola del juicio final, Jesús se centra, de nuevo, en lo nuclear de su mensaje, en lo que ha sido su bandera durante su corto ministerio. Nadie que es incapaz de compadecerse entrará en el Reino de los Cielos. Nadie que no muestre respeto por el sufrimiento de los demás ha conocido a Dios. Quien dice amarle pero no se compadece de los pequeñitos, no tiene fe, no se ha adherido a su proyecto. El Juicio de Dios (que en la parábola es el Hijo del Hombre, es decir Él mismo) no consiste, por lo tanto, en la anotación detallada de las buenas acciones o de las faltas. Es una separación entre los que se han compadecido de los que sufren, y se han ocupado de ellos, y los que no lo han hecho.

Así que "las obras" por las que será juzgada nuestra adhesión al proyecto de Dios, que nosotros nos empeñamos, de forma inconsecuente, en contraponer a "la fe", no son ni guardar el sábado, ni no adorar ídolos, ni no comer cerdo. Todo esto está muy bien, pero no será la medida en que se verá juzgada nuestra adhesión a Dios, pues todos convendremos en que muchos que no han guardado jamás el sábado, se han postrado ante ídolos, y han comido cerdo, hacen parte del Reino de Dios. La Ley por la que, según Jesús en su parábola, son juzgados los creyentes, es la Ley de la compasión. Los que entran son los que se preocuparon y se ocuparon de los que sufren. Como dirá Juan, "Nadie que no ama puede decir que conoce a Dios, porque Dios es amor".

Por eso la fe y las obras no son disyuntivas sino copulativas. Por eso Pablo puede decir que la justificación es mediante la fe, y Santiago que la fe sin obras es muerta. No hay adhesión (fe) sin compasión (obras). La salvación proviene única y exclusivamente de la gracia de Dios. Pero nadie que se confronta con su proyecto del Reino, y se adhiere a él, puede vivir sin compasión. Si lo hace, demuestra que su adhesión no es verdadera y que, por lo tanto, no pertenece al Reino. Por consiguiente, quien no se ha adherido formalmente al Reino, quien no profesa ninguna religión, quien no ve a Dios en ningún sitio, pero vive preocupado y ocupado por el sufrimiento de los demás, se ha hecho permeable a la influencia de Dios, aun sin saberlo, y heredan el Reino preparado para ellos, según Jesús, desde la creación del mundo.

Ésta es la fe que produce obras. Obras que no buscan el trueque interesado, ni alcanzar algún tipo de justificación, sino que son la normal consecuencia de haber abrazado un proyecto de vida, del que la compasión es el eje central.

Casi podríamos decir, con Pablo y Santiago al unísono, que la salvación es mediante la fe, pero que la fe sin compasión es como si estuviese muerta...

5 comentarios:

  1. JR!
    Concuerdo en que la compasion es muy importante... pero desde mi punto de vista, tu ensayo aun no se libera, al menos en una lectura rigurosa, completamente del legalismo (por exagerado que te parezca lo que digo).
    Para mi preocuparse de los que sufren es una obra maas, que puede, o nO, ser realizada como fruto de la fe.
    Jesus lo ilustro con claridad: un arbol de manzanas solo puede dar manzanas (aunque unas manzanas sean mas dulces que otras), una zarza solo produce espinas (aunque en algunos casos se pueda dar una utilidad a esta planta). Es decir: la Fe es un estado del ser humano (o como tu lo llamas una adhesion, es una actitud, y yo diria ahora que es un mas un proceso que un estado final, y es sobretodo la union entre dos corazones) que va a necesariamente producir toda clase de obras, empezando por la compasion terminando por todas las demas obras incluyendo tomarse un vaso de agua y tener sexo. Por eso es que como dice Pablo, al que no tiene fe, de nada le sirve entregar su cuerpo para ser quemado o dar todo lo que tiene para los pobres.
    De esto se desprende que: preocuparse por no pecar (o por haber pecado) es practicamente inutil, porque pecar o no pecar no depende de lo que hacemos sino de que tipo de arbol somos. Conocer y amar a Dios es el todo de la salvacion... Un corazon entregado, plenamente sincero, y abierto a la influencia del espiritu es lo que nos hace arboles buenos, ie: salvos.
    Y con esto no quiero contradecir tu idea de que Dios permea los corazones mas irreligiosos... Porque me imagino que Dios tendra muchas maneras de crear el estado de fe en los hombres.
    Este asunto tiene a mi parecer otras aristas que no tengo ahora tiempo de expresar completamente aqui (y aunque tuviera seguro no pudiera), por ejemplo, algun cristiano puede decir, yo hoy he pecado claramente, es decir: he violado lo que creo un mandato de Dios; sera que no soy arbol bueno?? La respuesta a esto, con la biblia en la mano es NO: es decir los arboles buenos tambien pueden estar enfermos de diferentes plagas. Me puedo imaginar a la fe como un canal por el cual Dios nos va poco a poco dispensando el medicamento para nuestras plagas, haciendo que nuestros frutos sean cada vez mas sanos y dulces.
    Un abrazo, esto que escribo proviene de una experiencia aun adolescente, y una vista que aun necesita mucho colirio.
    Carlos Adolfo

    ResponderEliminar
  2. No estamos lejos, querido Carlos Adolfo. En realidad, tú lo dices así:

    "Jesus lo ilustro con claridad: un arbol de manzanas solo puede dar manzanas (aunque unas manzanas sean mas dulces que otras), una zarza solo produce espinas (aunque en algunos casos se pueda dar una utilidad a esta planta). Es decir: la Fe es un estado del ser humano (o como tu lo llamas una adhesion, es una actitud, y yo diria ahora que es un mas un proceso que un estado final, y es sobretodo la union entre dos corazones) que va a necesariamente producir toda clase de obras...".

    Y yo lo digo así:

    "Ésta es la fe que produce obras. Obras que no buscan el trueque interesado, ni alcanzar algún tipo de justificación, sino que son la normal consecuencia de haber abrazado un proyecto de vida, del que la compasión es el eje central".

    Evidentemente, yo no digo (o. al menos, no quería decir; ahora ya no estoy muy seguro...) que la única obra que produce la fe es la compasión. Pero lo que creo que queda meridianamente claro en los evangelios es que si por alguna obra será evaluada nuestra adhesión a Dios, ésa es la compasión. Me parece que Jesús tenía claro este extremo. Casi no predicó sobre otra cosa. Puede ser que yo guarde el sábado y eso no venga de Dios. Puede ser que no adultere y eso no venga de Dios. Puede ser que yo no mate y eso no venga de Dios. Pero es imposible que yo sea compasivo y que eso no venga de Dios. Porque la compasión es la manifestación del Reino de Dios en esta tierra. Es el fruto más dulce (utilizando tus palabras) que la vida nueva que Dios me ofrece, y que mi adhesión a Él posibilita, pueda hacer brotar...

    ResponderEliminar
  3. Un texto del apóstol Santiago me parece revelador a este respecto:

    "¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo tengo fe, si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe? Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen del alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dijera: Id en paz, que podáis calentaros y hartaros; pero no les diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho les vendría? Así también la fe, si no tiene obras, es de suyo muerta." (St 2:14-17)"

    Santiago propone, como testigo de la fe que tenemos, la compasión. Esas obras que produce la fe del cristiano contienen para el apóstol, seguramente, la manifestación en la vida práctica del creyente de la ley de Dios. Pero es curioso que a la hora de centrarse en algo, y dejarlo como paradigma del verdadero creyente (y esto es determinante) escoja la compasión activa por los más desfavorecidos. Sin la gracia divina (y sin la fe para adherirse a ella) no hay salvación. Pero sin compasión es como si no hubiese fe. Abrirse el creyente al espacio de actuación en favor del otro es abrirse, para Santiago, al espacio de actuación de Dios en la vida propia.

    Esto, que parece obvio para cualquier cristiano, me parece una revolución en la comprensión del fenómeno de la salvación, pues permite abrir el espectro de la redención, y ensancha las puertas de la acción salvífica de Dios. Donde hay compasión es que está Dios. Donde está Dios, hay salvación. Dentro y fuera de la iglesia. Entre creyentes y entre los que no lo son.

    Como dejó bastante claro Jesús, la pertenencia al Reino de Dios no se certifica por decir "Señor, Señor", es decir, por aceptar que Jesús es el centro de la salvación, sino por ser permeables a la actuación de Dios (incluso sin saber que es Él quien la promueve), que se manifiesta en la compasión.

    ResponderEliminar
  4. Yo entiendo tu punto. Si en algun momento queremos evaluar en nosotros y en otros la presencia de la fe y de la obra de Dios, tomemos como parametro mas fidedigno a la presencia de compacion y amor. Este elemento en si ya probaria la presencia de fe y salvacion, aunque por el momento no se vean otros frutos mas especificos de la religion cristiana. La compasion es, por asi decirlo, el "fruto" primario de la fe, que se manifestara en otros frutos secundarios.
    Sin embargo, aunque lo anterior tiene gran utilidad practica. En ultima instancia no se escapa del problema de que la compasion es en si misma invisible y aun es posible falsificar su presencia, como con todos los demas frutos de obediencia que querramos.
    Ahora bien, lo que yo quiero enfatizar, es que, realmente, lo que nosotros llamamos "obras" o "frutos" incluyendo a la compasion, no son el verdadero fruto de la fe: son las semillas, la glucosa, la fibra la corteza, el colorante, el aroma, etc. Pero el fruto en si mismo es la persona toda y todo lo que ella piensa, siente y hace. En realidad entonces el fruto es indivisible de la fe, es la cara visible de la fe, es la fe misma.
    abrazos

    ResponderEliminar
  5. Estando de acuerdo con lo expuesto aquí, tenemos que tener cuidado porque la fe no es medible ni evaluable, al menos por nosotros. Y por lo tanto la relación fe-obras (sean éstas de amor, compasión u obediencia) tampoco podemos medirlas o evaluarlas.
    Me explico.
    En nuestra vida todavía conviven la fe y el pecado. La conversión no garantiza una metamorfosis instantánea: tengo fe, luego todas mis obras son frutos de esa fe que tengo. No, no es así. Teniendo fe podemos hacer cosas muy poco compasivas y podemos hacer cosas realmente admirables sólo porque es nuestra obligación, porque hay que mantener un estatus o porque desgrava a Hacienda.
    Dios actúa en nosotros poco a poco para que sea en nosotros "tanto el querer como el poder", desplazando poco a poco las obras del pecado e instaurando las obras de la fe. ¿En qué medida? ¿Cuál es nuestro grado de entrega? ¿Cuánto actúa el Espíritu en nuestra vida? ¿En qué proporción fe/pecado estamos? Pues no lo sabemos. Eso lo sabe sólo él.
    Sería muy injusto que juzgáramos la fe de nadie por hacer el bien o hacer cosas mal, incluidos a nosotros mismos. Lo único que podemos juzgar es el hecho en sí, si es bueno o malo, nunca la fe ( y mucho menos la salvación) que hay detrás. Eso sólo le corresponde a Dios.
    Esther

    ResponderEliminar