martes, 13 de julio de 2010

EMAÚS

Lucas 24:13-35

Jesús muerto y resucitado es la razón de ser de nuestra fe cristiana, el núcleo de nuestra esperanza, el impulsor de nuestra lucha y compromiso con el mundo nuevo, el centro del testimonio que queremos dar en medio de la sociedad. Pero ¿cómo y dónde experimentamos hoy, los creyentes, la presencia de Jesús resucitado?

Muchos cristianos creen que la fe es algo que puede vivirse aparte de la vida diaria; como si fuera un añadido a ella. Y así, buscan a Dios o a Jesús fuera del compromiso por un mundo fraterno. No saben, o no quieren saberlo, que la fe es un encuentro con Jesús que se produce y desarrolla en los acontecimientos de la vida ordinaria. En ellos surge la noticia de lo que sucede. Mientras se camina, hay tiempo para reflexionarlos, interpretarlos, y asimilarlos. Sentados no podemos llegar a ninguna parte.

El mismo día de la resurrección, dos discípulos caminan hacia la aldea de Emaús, situada a unos doce kilómetros al noroeste de Jerusalem. Habían perdido a Jesús, y se dispersan; dejan el grupo de los discípulos y vuelven a su mundo viejo, a sus ocupaciones pasadas, como si la persona y el mensaje de Jesús hubieran sido un simple paréntesis de ilusión en el caminar de sus vidas.

¿Quiénes eran estos dos caminantes? Nunca lo sabremos con seguridad. Ríos de tinta se han vertido al respecto, pero nadie lo tiene claro. Casi siempre hemos pensado que eran dos varones, pero yo creo que eran pareja. Pareja de hombre y mujer, claro. En aquellos tiempos era difícil ver, con una cierta normalidad (situación hoy felizmente superada), una pareja de otro tipo…

El hecho de que vivan en la misma casa es ya una pista. Pero claro, podrían ser hermanos. Sin embargo, la insistencia en que Jesús se quede a cenar me hace sospechar aún más. Esa hospitalidad femenina, que con cuatro cosas se las arregla para dar de comer. Y esa insistencia típica de las madres: ¡A comer! ¡Cómetelo todo! ¡No te dejes nada en el plato! ¿Cómo que no tienes más hambre…? ¿Te pasa algo, cariño, estás enfermo? El texto dice, literalmente, que “lo obligaron a quedarse a cenar”. Creo que sólo una mujer puede ser tan convincente en lo relativo a la comida.

Además, esa preocupación típica de las madres para que no vayamos por la calle solos de noche… Dice el texto que le pidieron “Quédate un nuestra casa, porque se ha te ha hecho tarde, y ya es de noche”. Esas mamás que velan hasta la llegada a casa de sus hijos fiesteros, mientras el papá ronca a pierna suelta. Y tú entrabas a tu habitación sin hacer ruido, encendías la luz y… ¡pafff! allí estaba ella sentada en tu cama, esperándote desvelada… "Pero mamá, ¿qué haces levantada a estas horas?" Y mamá que te pregunta "¿Te preparo algo de comer, me has comido bien por ahí afuera…? A saber lo que te habrán dado? Venga, que te preparo algo rápidamente". Otra vez la comida…

Y por último, hay otro detalle que me hace sospechar que los caminantes eran marido y mujer: que sólo se menciona a uno de ellos, Cleofás. Lo normal hubiera sido que si los dos eran varones, se hubiese filtrado el nombre de los dos. Pero si uno de ellos era la esposa del otro, conforme a la costumbre de aquel tiempo, sólo se menciona al varón. Sí, a mí me parece que los caminantes eran marido y mujer. Y aquella pareja de enamorados, que un día se habían enamorado a su vez de Jesús, andan ahora abatidos. Quizá pensando en que ese mundo mejor, propuesto por el Maestro y que esperaban legar a sus futuros hijos, ya no sería posible.

Los dos se alejan de Jerusalem, en donde siguen reunidos los discípulos a puerta cerrada. La ruina de la comunidad es total. El futuro del cristianismo está en juego. Todo va a decidirse, al todo o nada, en las próximas horas.

Así que Jesús les sale al encuentro como un caminante más. Para su sorpresa, este súbito acompañante no vive en la desesperanza. Está sereno y confiado. Pero ¿por qué estos dos discípulos no pueden reconocer a Jesús, si han vivido con él los momentos más extraordinarios de sus vidas? Porque tienen vendados los ojos a causa de lo increíble del mensaje pascual. Encerrados en su pena, paralizados por la autocompasión, no pueden ver nada. Ni siquiera le preguntan cómo se llama. Sólo hablan y hablan de su situación perdida. Son ellos el centro de toda la charla. Lucas, el evangelista de la sensibilidad humana, nos descubre el drama íntimo de aquellos discípulos de Jesús que, frente a todo pronóstico, son incapaces de ver a Jesús, y nos insinúa que para ver al Maestro resucitado la primera condición es ver al hombre que camina a nuestro lado. Quien no ve al prójimo, no puede ver a Jesús.

“¿Cuál es esa conversación que os traéis mientras vais de camino?”, les pregunta el Maestro. La pareja ha oído el anuncio de las mujeres, han visto el sepulcro vacío. Pero esto no basta para convencerles: a él no lo han visto.

Su problema es muy serio… y muy actual. No podrán (y no podremos) ver a Jesús mientras no modifiquen (modifiquemos) la idea que se han formado de él, mientras no comprendan (comprendamos) lo más esencial: que su reino no tiene nada que ver con el poder, porque es el reino del amor en el servicio. ¿Cómo lo van a reconocer, cómo lo vamos a reconocer en ese hombre común que se les ha unido en el camino?

Los discípulos de Emaús son la expresión de los cristianos de hoy y de siempre, que vivimos tantas veces desilusionados, y desengañados. Cleofás y su mujer reflejan nuestra situación actual, personal y comunitaria, de desánimo, oscuridad, falta de ilusión, quejas sin búsqueda de soluciones, huída de la comunidad. Cristianismo éste, el nuestro también, de fáciles lamentaciones, y de constantes incertidumbres y dudas.

Nuestra esperanza está escasamente proyectada hacia el futuro, por lo que ya no es esperanza, sino mero cálculo humano, cerrado a la poderosa intervención divina. Vivimos, a veces, como si el Maestro no estuviera vivo, y se nos hace irreconocible por nuestro cansancio, pereza, aplazamientos, cobardía, o individualismo. Pero en cuanto le dejan, el Maestro empieza a hablarles de las Escrituras.

Hemos de reconocer que los cristianos no sabemos leer las Escrituras. Conocemos superficialmente las narraciones, pero no profundizamos en su sentido. Necesitamos volver a las fuentes, como hizo el Maestro con aquellos dos discípulos por el camino. Necesitamos descubrir el misterio de la existencia humana en el misterio de Jesús, que nos sitúa en el verdadero camino humano y divino: el del amor y el del servicio, a vida o muerte.

Y llegan al término del viaje. Jesús pretende seguir caminando, pero es invitado a que se quede con ellos. Y lo que aún no había conseguido el Maestro con sus explicaciones, lo conseguirá con sus gestos. Al partir Jesús el pan, lo reconocieron. Quizá porque vieron las marcas de los clavos en sus muñecas, y cayeron de repente en la cuenta. Entonces la fe despierta, y el corazón es invitado a ver más allá de las apariencias. Jesús resucitado está allí, iluminando la aventura de la vida futura, que se abre camino.

"Pero tan pronto como lo reconocieron, despareció de su vista". Porque el cristiano no ha sido llamado a la vida contemplativa, como a los apóstoles no se les permitió plantar tiendas en el monte de la transfiguración. Ahora comprenden lo que les sucedía cuando el extraño acompañante les explicaba las Escrituras por el camino: les parecía que les ardía el corazón.

Siempre permanecerá en el misterio saber con precisión cómo llegaron esos dos caminantes a este nuevo conocimiento de Jesús. Pero lo que sí sabemos es cuál fue su reacción después de haber abierto los ojos a lo imposible. Los dos discípulos, olvidando su cansancio y que la noche ya se había echado, se levantan y corren, locos de alegría, a comunicar la gran noticia al resto de los discípulos. El descubrimiento les lleva necesariamente a compartir, a la comunicación, al testimonio. Nada podía ser ya como antes.

Así que vuelven con sus hermanos. Su puesto está allí, en la edificación de la comunidad de seguidores de Jesús, en el testimonio de lo que han descubierto. Saben ahora que el Maestro ha resucitado, y quieren convencer al resto. ¡Y se encuentran con que la comunidad está celebrando lo mismo que ellos!, porque Jesús se ha aparecido también a Pedro. ¡Qué lección para las distintas denominaciones cristianas! Pensando que sólo unos disponen de la buena noticia del verdadero Jesús resucitado, descubrimos que los otros también han disfrutado de su aparición, y que celebran, con la misma alegría que nosotros, su presencia entre ellos. Porque Jesús es un Maestro indómito, que no se deja encadenar por grupos o denominaciones. Él quiere estar con todos y en todos. Y a todos se aparece, para alegría de todos.

Después de aquello, la suerte estaba echada. El futuro del cristianismo se había jugado al todo o nada, aquella misma noche, y Jesús había ganado la partida. Desde aquel momento, la incipiente comunidad cristiana desbordó de pasión por la comunicación del nuevo Reino de Dios. Aquellos hombres y mujeres, antes temerosos, acobardados y desanimados, se convirtieron en la semilla de lo que hoy disfrutamos y celebramos como cristianos. Ya no echaban de menos el tiempo de la vida terrena de Jesús. En medio de las más duras persecuciones (el libro de los Hechos de los Apóstoles está plagado de ellas), de los fracasos y de los golpes, eran capaces de experimentar que el Señor estaba en medio de ellos, más vivo que nunca.

Hoy, la historia puede repetirse. Sólo tendremos que estar dispuestos caminar un ratito al lado de ese extraño personaje que se nos acerca y nos pregunta así, como quien no quiere la cosa, “¿De qué estáis hablando, y por qué estáis tan tristes…?”.

De ahora en adelante, podremos encontrar al Maestro en nuestros caminos. Viaja de incógnito. Es uno cualquiera, tiene el aspecto común de las personas comunes. Y nos espera para una cita con lo imprevisible…

10 comentarios:

  1. Genial y hermosamente escrita, ésta pequeña reflexión sobre aquel momento tan importante para el inicio del cristianismo.

    ¿Por qué los ojos están velados?
    A veces creemos estar preparados para el acontecimiento que tanto añoramos, sin embargo suele ocurrir que si no sale cómo esperamos, nos decepcionamos, desilusionamos y el gran acontecimiento soñado se vuelve una carga muy costosa para el alma.

    Es maravilloso saber que hay un Dios que en su infinita soberanía y bondad, es capaz a veces de prepararnos para lo que deseamos tanto pero a su debido tiempo y cuando realmente lo podamos valorar y apreciar como corresponde para cambiar nuestra vida.

    Eso les ocurrió a ésta pareja, y a partir de entonces ya nada volvióp a ser igual...

    Gracias JR por regalarnos éste hermoso pasaje que me refresca el alma...

    Un beso,
    Diego

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  2. Gracias por tu reflexion

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  3. "De ahora en adelante, podremos encontrar al Maestro en nuestros caminos. Viaja de incógnito. Es uno cualquiera, tiene el aspecto común de las personas comunes. Y nos espera para una cita con lo imprevisible…" Me quedo con esta última propuesta. Es un canto de esperanza y no andamos muy sobrados de ella. Gracias por la reflexión, me pido una cita con lo imprevisible.

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  4. Gracias JR por esta reflexión, pero creo que lo que esta pareja tenía velado, no eran los ojos, sino el corazón. Si esta pareja realmente había conocido de cerca a Jesús, es imposible que en ese encuentro no lo reconocieran físicamente. ¿Tan ensimismados estaban en sus pensamientos, que ni siquiera miraron a la cara a ese desconocido ni aun cuando lo estaban "obligando" a quedarse a cenar? Yo creo que esta pareja había conocido a Jesús de lejos, por ejemplo en el sermón de la montaña. Entre tanta gente, si has llegado de los últimos y te toca escuchar desde las últimas filas...Veo a mucha gente e incluso a mí mismo en esta pareja. Conocemos algo a Jesús, oímos hablar de Él, hemos crecido en la iglesia, pero siempre de lejos y siempre autoimponiéndonos una distancia de seguridad con Él. La seguridad que te da el nadar y guardar la ropa. Cuánto nos cuesta a veces acortar distancias con Jesús, apegarnos a Él y conocerlo bien. Entrar en su reino y disfrutar de las maravillas que nos ofrece. Yo creo que esta pareja estaba impresionada con Jesús, pero se mantenían al margen. Siempre interesados en Jesús, pero a una distancia prudencial, que no les permitió reconocerlo físicamente. Pero el corazón aunque velado, ya estaba tocado. Y en aquel encuentro, ya no fue difícil acortar distancias. Ojalá yo sepa hoy acortar esa distancia que me ciega el alma.
    Roberto.

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  5. Muy interesante. En todos los años que llevo en la iglesia nadie me habia hecho reflexionar de esta manera sobre esta pareja, y sobre este acontecimiento.
    Un saludo

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  6. Por Juan 19: 25 sabemos que la esposa de Cleofás estaba junto a la cruz de Jesús, lo cual reforzaría la hipótesis de que, tras la muerte de Jesús, ella volviera al pueblo con su marido.

    Así que habría que corregir todas las pinturas que tantas veces, y tan maravillosamente, han recogido este momento (no hace falta, por supuesto, pero sería interesante que algún artista lo plasmara distinto...).

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  7. Muy bien. Enhorabuena.
    Pero te has pasado por alto el cómo le reconocieron "al partir el pan".
    Para muchos cristianos este es también un hecho muy importante, hoy también, sigue vigente. En la eucaristía reconocemos al Señor, el Cristo, el Maestro "al partir el pan"

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  8. Gracias, Marta, por tu aportación. Es cierto lo que dices. Creo que lo reconozco en el propio texto de la entrada cuando digo:

    "Y llegan al término del viaje. Jesús pretende seguir caminando, pero es invitado a que se quede con ellos. Y lo que aún no había conseguido el Maestro con sus explicaciones, lo conseguirá con sus gestos. Al partir Jesús el pan, lo reconocieron. Quizá porque vieron las marcas de los clavos en sus muñecas, y cayeron de repente en la cuenta. Entonces la fe despierta, y el corazón es invitado a ver más allá de las apariencias. Jesús resucitado está allí, iluminando la aventura de la vida futura, que se abre camino."

    La eucaristía es una ceremonia en la que el creyente se abre a la intimidad de Dios, y recuerda la voluntad inamovible de Jesús de estar presente en Espíritu entre sus hermanos, hasta que vuelva a buscarlos al final de los tiempos. Cuando se la celebra con intención, y no como mera rutina litúrgica, la eucaristía se convierte en catarsis, revolución interior.

    No comparto vuestra tradición, pero respeto mucho su sentido original. Abrazos en Jesús, Marta. Bienvenida. Espero que hayas llegado para quedarte.

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  9. Quizá sea ese el riesgo de las tradiciones, que con el paso del tiempo devienen en "mera rutina". Como muy bien dijo Pablo: "todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga" (1 Cor 11:26).
    Momento sublime el de "sentarnos a la mesa con el Maestro", recordar sus instrucciones sobre el servicio y el amor a los demás. Es increíble.

    Puesto que es algo que se haría "muchas veces", conviene defenderlo de la pérdida de su sabor original. Unas veces producido por los "de arriba" y otras por acercarnos, a esa "mesa", indebidamente por los "de abajo".

    Todo esto venía a cuento por el comentario de Marta y la respuesta de Juan Ramón.

    Pero quiero llamar la atención sobre un aspecto del texto propuesto. Los discípulos, tristes, marchitas sus esperanzas; comparten su "información" con el nuevo acompañante que parece no enterarse de nada: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén..." Sabedores de que la Pascua atrae muchos visitantes, le presuponen uno más, bien sea por la fieta judía o por otros negocios.
    Así que comienzan a explicarle. Perdonad, que esto no es una repetición de la entrada. Mi intención es fijar vuestra atención en la forma "contenida" de explicar lo que sabían.

    "Entonces él les dijo: ¿Qué cosas?
    Y ellos le dijeron: De Jesús Nazareno...poderoso en obra y en palabra... y como le entregaron... y le crucificaron.
    Pero nosotros esperábamos que él... hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.
    Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros... (fijaos que aquí ya meten una cuña, sobre esas mujeres, su testimonio es serio porque son de las nuestras) no hallaron su cuerpo... habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.
    Y fueron algunos de los nuestros (otra vez)... pero a él no le vieron".

    Ni una sola vez hacen mención a la resurrección, aunque era un tema de discusión entre saduceos y fariseos.
    Ya sabéis que a Pablo se le rieron en el areópago cuando habló de la resurrección.

    Y el desconocido les espeta: "¡Oh, insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!"

    Los pobres estaban en estado de schok, ver morir a uno que amas, haberle perdido, y no estar muy seguro de que vive o de que vivirá. Si encima eres llamado a compartir tu testimonio en ese trance, pues se apegan a la información que tienen: "las mujeres no vieron el cuerpo... los nuestros... a él no le vieron"

    Al menos Marta tenía esa certeza en esos momentos de dolor: "Yo sé que resucitará en la resurrección, en eldía postrero" (Juan 11:24).

    El caso es que Jesús les conduce a la Palabra, la única capaz de hacer "arder nuestro corazón" incluso en momentos de tristeza y desánimo.

    Termino con un párrafo de un texto que acabo de terminar de leer, en estos días de solaz veraniego,sobre la epístola a los Romanos del difunto profesor G. Stéveny:

    "Me gustaría añadir algo de todo corazón. Posiblemente algunos de vosotros estéis confundidos, perplejos. Yo sé que nuestra relación con Dios, pasa por las explicaciones que hemos recibido en el pasado. Y cuando se toca alguna de estas explicaciones, sentimos a veces, que se está agrediendo nuestra experiencia cristiana. Es por esa razón, tal vez, por la cual hay tan pocas personas que se convierten. Permanecen esclavas de las tradiciones que recibieron. Aprendamos, en tanto que adventistas, a no ser esclavos jamás de una tradición. Estemos siempre preparados a hacer como el apóstol Pablo, a volver al texto. Es la única condición que permite a Dios y al Espíritu anto hablar a nuestros corazones. Gracias a todos por aceptar dar ese paso adelante."

    Abrazos.

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  10. Gracias por tu comentario, querido Antonio. El Enemigo sabe acometer bien sus planes. No basta con arremeter contra el creyente, porque eso produce mártires, semillas del evangelio. Es preferible hacer de "lo bueno", "rutina". Entonces, cuando consigue esto, tiene la batalla prácticamente ganada.

    Se puede repetir algo muchas veces con convicción. Pero cuando entra el virus de la rutina, empieza a deshincharse la experiencia de la fe, y perdemos el sentido de la realidad. Lo importante, lo nuclear, no es la Cena del Maestro, sino el Maestro de la Cena...

    Abrazos en Jesús.

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