"¿No hubo quien volviese y diese honra a Dios, sino este extranjero?" (Lc 17: 11-19)
Diez leprosos y Jesús. Diez despojos humanos, frente a aquél que había creado al hombre fuerte y hermoso. Es la constante que encontramos en los evangelios: Jesús y los otros. Y entre los dos polos, un abismo insalvable (a simple vista). Jesús y los diez abortos en los que se han convertido los seres humanos al apartarse de Dios. Pero de esos diez abortos, el Maestro va a conseguir, al menos, un recién nacido, un nuevo nacimiento.
Nueve son judíos y uno samaritano. Y todos viven juntos. ¡Qué curioso, y a la vez qué tragedia!: la enfermedad y la miseria consiguen, a veces, lo que no consigue la vida: que los hombres olviden sus odios raciales y se reúnan, en un mismo grupo, judíos y samaritanos.
La enfermedad los pone en posición de búsqueda y suplican a Jesús, a gritos, que los cure, porque por sí mismos no son capaces más que de aullar pidiendo auxilio.
La reacción de Jesús es, simplemente, desconcertante: los manda a los sacerdotes para que certifiquen una curación ¡que aún no ha ocurrido!. Más sorprendente será, todavía, la reacción de los leprosos a la orden de Jesús: dan media vuelta y se van. Así de sencillo. Se lo han creído, tienen fe. Los diez. Todos están convencidos (¿convertidos?) de que cuando lleguen a los sacerdotes, estarán curados. Los diez creen en Jesús. O mejor dicho, los diez creen que Jesús puede curarlos. En realidad, sólo uno de ellos creyó de verdad en Él y, por lo tanto, se convirtió.
En el propio sendero que los había traído hasta Jesús, va a ocurrir el prodigio: todos son curados, sin excepción. Diez milagros que van a devolver la ilusión a diez hombres sin esperanza. La lepra, que durante tantos años los había condenado al polvo del camino, quedará atrapada a su vez (divina ironía) en el polvo del camino.
Pero lo que la enfermedad unió (humana ironía) va a separarlo la salud: los nueve judíos siguieron su camino hacia los sacerdotes, mientras que el samaritano DIO MEDIA VUELTA para encontrarse con Jesús (quédate con el "dio media vuelta", porque luego te hablaré de él).
¿Qué decir de los nueve judíos? En realidad, creo que no eran ni buenos ni malos. Simplemente reaccionaron como si sólo algo extraordinario hubiese ocurrido en sus vidas. Aceptaron el milagro con naturalidad. La curación, probablemente, les aportó poco de nuevo, porque volvieron a ser lo que ya antes habían sido: hombres sanos, sin más.
¿Qué hay de tu encuentro con Jesus? ¿Cambió tu visión de la vida, o sigues como antes, con la misma mirada ante las cosas y las personas?
Los nueve leprosos judíos se habían acercado tan sólo para conseguir la curación (el samaritano también, por cierto) y ya estaban sanos. El prodigio sería una anécdota más que podrían contar a sus hijos y a los hijos de sus hijos. En el desierto de sus vidas se encontraron con la Fuente de Agua Viva y se contentaron con mojarse la cara para atenuar el calor. Olvidaron que el agua, además de refrescar, se bebe también (¿no?), y dejaron pasar la oportunidad de cambiar, además de por fuera, por dentro. Se perdieron la mitad del milagro, la más importante. El samaritano, no.
Aquel extranjero volvió a Jesús para darle las gracias. Había encontrado en Él algo decisivo, revolucionario para su propia vida, y quiso verlo de nuevo, de cerca. Esa media vuelta cambió su destino eterno: "Levántate, vete; este gesto tuyo te ha atraído hacia la salvación".
Ésta es la principal lección, sobre la conversión, de este relato: volver a Jesús. La curación inició el camino de salvación de aquel hombre; pero necesitaba, aún así, volver a Él. Porque aunque tu primer encuentro con el Maestro te haya puesto en el camino de la salvación (eso es convertirte), será imprescindible que cada día des media vuelta y te acerques a Jesús para “mantenerte sano”.
El samaritano comprendió que su vida no podía ser ya la misma de antes, y se volvió sobre sus pasos. Cambió su forma de pensar, y de interpretar la vida nueva que se le ofrecía: lo importante, antes, era su lepra. Lo importante, a partir de ahora, será Jesús. Además de librarse de la muerte, comprendió el sentido de la vida: volver a Jesús.
¿Lo he comprendido yo? En ésas andamos...
¿No os parece extraño que los leprosos se dirigieran a Jesús "a gritos"? ¿Por qué aquella gente pide gritando a Jesús que los cure? Precisamente porque eran leprosos. A su enfermedad se unía la lacra social que significaba. En Israel, la enfermedad física tenía que ver con la enfermedad moral, un castigo divino por los pecados propios o de sus antepasados. Por eso, ante el ciego de nacimiento, los que quieren pillar en un renuncio a Jesús, le preguntan que quién pecó, el ciego o sus padres...? Pero es que la lepra iba más allá. No era sólo una consecuencia de algún pecado imperdonable. Era, además, el estigma de una maldición divina. Por ello, los leprosos son impuros, y no pueden acercarse al Maestro. Así que le gritan, guardando la prescrita distancia de seguridad. Han asumido de tal manera su presunta maldición, han interiorizado tanto su condición de parias, que no se atreven a acercarse más. Por eso lo llaman dando gritos.
ResponderEliminarÉsa es la consecuencia de las imágenes deterioradas, deformadas, equivocadas, que nos hacemos de Dios. Nos parece que no tenemos derecho a acercarnos a Él tal y como somos. Cuando, en realidad, sólo acercándonos a Él seremos capaces de ser de otra manera, de ver las cosas de otro modo, y de mantener una relación de dignidad con los demás y con nosotros mismos.
Al lado de Jesús, sin embargo, todo cambia. Ya no nos sentimos extraños, ni extranjeros, ni fenómenos de feria, ni freakis. Nos llegamos a Él con nuestras miserias a cuestas, y nos devuelve a la vida rehabilitados, reinsertados, desembarazados de nuestros complejos de culpa y de nuestras neurosis religiosas, dispuestos a ser y estar, dignificados por el aliento que nos proporciona su forma de percibirnos y de mirarnos...
Buaaaaa!!!! Se perdió mi comentario!!!!
ResponderEliminarSerá otro momento.
Abrazos.
Ay no!! ¡¡Estaba aquí!!!! ¡¡¡¡Menos mal!!!!
ResponderEliminarUna frase que oí hace tiempo sobre esta historia fue: "el ser humano es desagradecido, no esperéis que os agradezcan lo que haceis por los demás, de diez curados, sólo uno volvió a dar gracias; en la vida pasa igual".
Sea o no así, este tema tiene mucha miga.
Primero, porque fue tan real como la vida misma. El samaritano fue el único agradecido, siendo que por su genética era despreciado por los judíos. Y los nueve judíos, obedientes ellos, fueron corriendo a mostrarse a los sacerdotes. Vamos a creer que luego darían un buen testimonio en sus familias y alguno de ellos pensara, arrepentido, que tenía que haber vuelto con el samaritano a dar gracias.
Sí, el encuentro con Jesús es decisivo. Nada es igual a partir de él, como dices hay una nueva visión de las cosas, de las personas. Aunque éstas últimas cuesta más verlas desde la óptica divina.
Gritan porque no pueden acercarse, Jesús responde a sus súplicas. Aunque hay otro ejemplo de un leproso que transgrede las normas para caer a sus pies y suplicar "Señor, si quieres puedes limpiarme". Quiero, le contestó, y fue limpio. ¡Qué pasada!
Pero en grupo las cosas no son tan fáciles, así que gritan, bueno, algo es algo.
Es chocante como Jesús responde cuando regresa el samaritano: "¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?".
LLama la atención de este hecho y deja en evidencia a los "nueve". Se irían corriendo a su templo, a sus sacerdotes y tal vez a esperar a "su" Mesías "glorioso y poderoso que derrotara y subyugara el poder Romano". Cuando lo habían tenido delante. Otra mujer, samaritana por cierto, ante algo menos espectacular (que no tenía marido porque había tenido 5 y el que ahora tenía no era) le dijo: "me parece que tú eres profeta", pero estos "nueve", ¡quiá! "¿este? ¿no es el hijo del carpintero? ¿no es su madre María y sus hermanos tal y cual?". Seguro que prejuiciados como pueblo.
¿Podemos correr nosotros también ese riesgo? No salirnos de la "senda de la vaca", ir diciendo "Múuuuu" al son del cencerro del que va delante!! ¡Haber tenido nuestro "encuentro", y una vez "limpitos" seguir nuestro camino de obediencia pero, tristemente, a veces, muy lejos de Jesús!
Por favor, que no nos pase eso a nosotros.
Quiero ser una fuente que salte para vida eterna. Jesús me lo promete, "el que venga a mí y beba... será una fuente...". Una fuente donde otros puedan saciar su sed, en este rally desértico que corremos todos.
Una cosa más, sabemos que cuando un leproso se curaba (cosa poco probable), debía ir y mostrarse a los sacerdotes para que le dieran el "placet", "vale, ya puedes reintegrarte a la comunidad". Al extranjero igual le importaba un pimiento el "placet", él vivía en otro lugar y en cuanto relatase su encuentro con Jesús, se quedarían flipados. Yo, en su caso, hubiera pasado del certificado de salubridad. El relato no lo dice, pero para mí es irrelevante.
"Levántate (se habría postrado), vete; tu fe te ha salvado". ¡Esta es la clave!
¡Menuda victoria en el rally aquel día para el extranjero!
Abrazos.
¡Cómo me gusta este relato! He predicado sobre él algunas veces. Tiene múltiples enseñanzas. Me agrada que lo traigas a colación. Salvación es mejor que salud, salud con salvación es genial. La sanidad de espíritu es la primordial, me atrevo a decir que debe ser la base. Leprosos judíos y un samaritano. El "raro" es el único que da las gracias. Quizá pensó que no era merecedor de un milagro y por eso fue el único que volvió. En el fondo, los judíos que no volvieron y pensaron que por ser del pueblo que eran merecían la sanidad, seguían enfermos. Sí, Ramón, es un texto lleno de paradojas. Me hace pensar mucho cada vez que lo leo. Me gusta imaginar lo que pasó antes de que se decidieran a buscar a Jesús tratando de interceptarlo a gritos. Qué conversaciones. Las dudas, quién animo a quién. Qué papel jugó el samaritano en esta historia. ¿Lo desanimaron? ¿Fue aceptado en el grupo de leprosos a pesar e ser samaritano? Porque él es como si tuviera dos lepras...
ResponderEliminarEl acercamiento de Jesús también me impresiona. No les tiene miedo. Imagino al grupo de seguidores habituales espantados ante su acercamiento a los leprosos. En fin. Una delicia. Gracias JR. Te quiero mucho, macho.