miércoles, 3 de marzo de 2010

MARTA: LA CHICA DE LAS SARTENES...

"Y Marta, cuando supo que Jesús venía, salió a encontrarlo" (Jn.11:17-44)

La reflexión que hoy os propongo va dirigida, sobre todo, a los chavales y chavalas que viven en hogares cristianos, que comparten por herencia la fe de sus padres, pero que necesitan dar un paso más hacia Jesús. No es que hoy los adultos me estorben. No os marchéis. Seguís siendo bienvenidos. Pero me gustaría que invitaseis a vuestros hijos a leer esto que sigue. Quizá, incluso, aprovecharlo para mantener juntos una conversación de la que podáis sacar algo bueno. Serán sólo unos minutos...

Muchas veces he leído este texto (imagino que tú también). Se trata del relato evangélico típico para hablar de la resurrección, y Lázaro es el personaje principal (junto con Jesús, evidentemente) de la historia.

Sin embargo, vamos a dejar tranquilo a Lázaro, aunque sea sólo por una vez, porque quiero hablarte de otro milagro que Jesús realizó en aquella misma ocasión, que aunque menos espectacular, será más duradero. Me estoy refiriendo a la conversión (la de verdad) de Marta.

Lázaro había muerto y Jesús, aparentemente, no había hecho nada por impedirlo. Hoy, algunos habrían intentado procesarlo, probablemente, por no asistencia a persona en peligro. Es paradójica esta actitud del Maestro cuando sabemos que era, además, su amigo del alma. Por eso, cuando Jesús se decide a ir a Betania, Marta ya lo está esperando en la puerta de su casa, con un reproche en los labios: "Si hubieses estado aquí, mi hermano no hubiese muerto." (Jn. 11:21). Una frase terrible, cargada de nostalgia, de melancolía, de recuerdos y de rabia; es la expresión patética de la angustia de la pérdida.

Sin embargo, Marta no sabe que si Jesús no había estado allí cuando su hermano murió, fue, quizá, porque ella no estaba preparada para que El estuviera. Porque Marta necesitaba, para madurar su conversión, con toda probabilidad, una resurrección y no una curación. Quizá la curación no hubiese sido suficiente. Cada vez que Jesús había estado en su casa, Marta no había salido de la cocina, no había tenido (no se había dado) la oportunidad de conocer realmente al Maestro, y de creer que Él era el Mesías, el Salvador, aquel que puede devolver la vida a cualquier muerto (incluso a los muertos vivientes que plagan las calles de nuestras ciudades).

El corazón de Marta no estaba maduro aún, y la tristeza se iba a encargar de ablandárselo. Porque, a veces, sólo la desesperación nos mueve a la conversión. Cuando la situación se hace tan desesperada que ya no se piensa en el futuro, sino sólo en el dolor del presente, el ser humano se vuelve hacia Dios en busca de consuelo. Ése es el momento que Jesús aprovecha para ponerte cara a cara con tu propia conversión.

Me parece revelador el caso de Marta, porque me va a ayudar a reflexionar contigo en un tipo de conversión al que no hemos solido dar la importancia que merece: la de los hijos de padres ya cristianos. Niños que han vivido, desde la cuna, la vida religiosa de sus padres. ¿Les hace falta convertirse a ellos también?

Marta conocía muy bien a Jesus. El era íntimo de la familia desde hacía ya mucho tiempo. Probablemente todos los días se hablaba del Maestro en la casa de Lázaro, y aquella mujer había tenido la oportunidad de SABER mucho de Él. Sin embargo, quizá nunca había tenido contactos ni conversaciones personales con Jesús, porque cada vez que éste llegaba a casa, Marta estaba en la cocina preparando la comida. Marta lo sabía casi todo de Jesús.

Así lo indica la frase que le dice al Maestro: "Mas SÉ que todo lo que le pidas a Dios, Él te lo concederá." (Jn.I1:22). La palabra más importante de esta declaración es, a mi entender, ese "SÉ". Porque saber es sólo el primer peldaño en la escalera de la conversión. Marta estaba aun en él. Había dado, desde hacía tiempo ya, ese primer paso imprescindible: SABER. Pero desde entonces no había vuelto a moverse.

Ella sabía que Jesús podía hacer cosas extraordinarias, que el Maestro era un privilegiado al que Dios daría todo lo que le pidiera. Pero eso no bastaba. Porque saber no es CREER. Creer exige un compromiso que saber no pide. Que tú sepas de Jesús (prácticamente todo el mundo occidental sabe de Él) no quiere decir, obligatoriamente, que creas a Jesús, que creas lo que Él te dice. Éste es el problema que se plantea a algunos hijos de padres ya cristianos (quizá tu mismo seas uno de ellos): saben todo lo que hay que saber, pero no han intimado aún con el Maestro y, por lo tanto, no han tenido la oportunidad de convertirse de verdad.

Por ello, Jesús va a tener que realizar un milagro (quizá mayor y más difícil) antes del milagro: conseguir que Marta pase del "Sé que Tú" al "Creo en Ti". Eso es, también, la conversión: no sólo saber (incluso de memoria) lo que los padres creen sobre Jesús, sino acabar creyendo tú también, porque has sentido que Jesús te hablaba desde dentro.

Al final, después de haber dejado de lado, por una vez, los cacharros de la cocina (debía ser, por cierto, una irreductible ama de casa, porque tuvo que morirse su hermano para que se decidiese a salir de la cocina) y escuchar de verdad (y no entre plato y plato) a Jesús, Marta aprendió del todo la lección. No bastaba con saber, y la hermana de Lázaro acabó por pronunciar la frase que marcó su conversión: Pasó del "SÉ que todo lo que pidas a Dios te lo dará" al "Sí, Señor; yo HE CREÍDO que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo." (Jn.II:27).

Querido amigo/a que has nacido (felizmente) en un hogar ya cristiano: Es bueno (e imprescindible) que sigas el ejemplo de tus padres, que creas lo que ellos te explican de la religión, que te fíes de su experiencia. Pero nada podrá sustituir a tu encuentro, corazón a corazón, con Jesús. Porque sólo Él, y no tus padres, conseguirá que tu conversión sea una realidad.

Habla con Jesus, cuéntale lo que te preocupa, repróchale si es preciso, como Marta, lo que te parece injusto y deja, después, que Él se explique, que te dé sus razones, que te aclare su actitud. En una palabra, encuéntrate con Él, sincérate y permite que te haga feliz, porque es lo que está (y estás) esperando desde hace mucho tiempo. A partir de ese encuentro, te lo puedo asegurar, vivirás la vida plenamente, con alegría, con optimismo, SABIENDO y CREYENDO que Jesús estará siempre allí, contigo, porque Él es el "Hijo de Dios que ha venido a este mundo".

Tu conversión, entonces, no será más que un hermoso recuerdo. Y empezará, de pleno, tu vida al lado de Jesús.

¿De verdad que te lo vas a perder? No me lo creo...

5 comentarios:

  1. Apasionante y apasionado comentario. Me ha gustado muchísimo como hijo y nieto de adventistas. Acertadísima interpretación de gestos y giros gramaticales. Gracias Juan Ramón, muchas gracias.
    Antonio López.

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  2. Un placer, querido Antonio, encontrarte por aquí. Espero, de corazón, que hayas venido para quedarte. Abrazos.

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  3. Hola, vamos allá con el comentario.

    ¿Puedo romper una lanza en favor de Marta?
    Veréis, eso de la responsabilidad nos puede a veces. Hacer lo que es correcto y no lo que nos gustaría, Marta no se podía quitar de la cabeza las cosas que había que hacer cuando recibía invitados. Quizá no comprendía que se podía ir con calma de una actividad a otra, sin sentirse culpable por comer más tarde (lo que ella misma tenía que preparar) o por comer algo más liviano para la ocasión.
    El caso es que parece que en las visitas de Jesús a su casa, le podía la preocupación por hacer que por gozar unos minutos de intimidad con él. Así nos ha pasado a muchos muchas veces.

    El caso es que llega una crisis. Una crisis tremenda, su hermano enferma hasta tal punto que deciden avisar a Jesús. Ostras, y Jesús que no llega, y su hermano Lázaro fallece.
    ¡Qué dolor! ¡Hermano mío!
    Sin móviles ni otra comunicación en aquel entonces, quedan las hermanas desoladas.
    Pero me llama la atención que las dos, cuando se encuentran con Jesús, le dicen la misma frase: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Es como si ellas hubiesen hablado de esto, y compartiesen el mismo pensamiento en su dolor. Se lo dicen con el corazón roto, quien sabe si con un poco de "reproche". Aunque un Amigo así, sabe comprender y encajar lo que le decimos cuanto estamos "heridos".
    Pero Marta es audaz, más audaz que María y dice a continuación: "Pero también sé que aún ahora, Dios te dará todo lo que le pidas".
    Esto ya es una adhesión a Él en toda regla, una confianza en que haga lo que haga, Marta ya ha establecido la conexión entre Jesús y el Padre.
    Y como dice Juan Ramón: "cree".
    Me conmueve las entrañas, ver a Marta a merced de su fe y confiar a tope en Jesús.
    Luego viene todo lo demás, la resurrección. Pero antes, una duda más.
    "Quitad la piedra" dice Jesús, Y Marta dice "Señor, hiede ya, que es de cuatro días".
    ¡Qué fuerte! Porque Jesús le dice ipso facto:
    "¿No te dije que si crees...?
    Pero es que no podía creer lo que iba a ver, lo quería ver, pero su corazón sabía que iba a ver lo que parecía increíble, a su hermano salir del sepulcro. ¡Esto es una pasada!
    Me emociono por ponerme en su lugar, y ver volver de la muerte a un ser querido.
    En fin, no falta tanto para eso a tenor de lo que vivimos.

    Estaré atento a vuestros comentarios.

    Abrazos.

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  4. A mí siempre me ha apasionado el html como revelación del subconsciente. TERRENAL JR, ¡CUÁNTO TE QUIERO!

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  5. Complicado pasar de ese camino del saber al del conocer, al de CREER en JESUS.
    Crecer en la Iglesia te deja muchas veces en ese estadio cómodo del conocimiento, del saber. Entonces algunos deciden aceptar, seguir allí, y otros dejarlo porque no va con ellos. Parece que la decisión está tomada.
    Y entonces no somos más que Martas. Ocupadas, preocupadas, desconocedoras del verdadero Maestro por no haberlo conocido.
    Sin embargo otros lo conocen, lo viven, lo hacen personal.
    Qué hacemos como padres, tíos, maestros, iglesia
    para que nuestros hijos, jóvenes pasen del saber al CONOCER????

    Bskos, beg

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