jueves, 13 de mayo de 2010

LA HONRA DEL UNGIDO...

Últimamente estoy viviendo en tercera persona (y digo “estoy” porque aún no ha acabado, ni sé cómo acabará…) un caso de disciplina eclesiástica, a mi entender profundamente surrealista. Una amiga ha sido puesta en voto de censura (estado disciplinario de membresía comunitaria que merma sus derechos en tanto que miembro de la iglesia) por llamar públicamente mentiroso al clérigo de su comunidad.

Aunque obviaré los detalles más escabrosos, y los múltiples atentados al principio evangélico de la disciplina, que marca de forma irrenunciable el trayecto a seguir en estos casos (reprender en privado; hacerlo después de forma discreta en el marco de un grupo reducido de dirigentes, de forma que el disciplinado encuentre un marco humano en el que explicarse; y, en último extremo, exponer el caso a la comunidad, con el fin de encontrar una solución que contemple, ante todo, la restauración comunitaria del reprendido), os contaré que la razón aducida públicamente para este acto disciplinario, en palabras de otro clérigo de rango administrativo superior al primero, fue que no se puede poner en cuestión “la honra de un ungido”. E incluso habiendo pedido perdón al dirigente, ante toda la comunidad, mi amiga fue disciplinada en esa misma reunión.

Lo más difícil y lo más exigente que hay en la vida son las relaciones humanas, saber vivir y convivir con los demás. En esto, y sobre todo en esto, es donde se ve la calidad de una persona y la densidad de un proyecto comunitario. Por esto se comprende que, en este ámbito de la vida sobre todo, es donde Jesús se empleó a fondo.

Dicen los historiadores de la cultura y de la antropología que el valor supremo en las sociedades mediterráneas del siglo I era la honra. En tiempos de Jesús, por salvar y asegurar la honra, el buen nombre, la dignidad personal o social, la gente agredía a los demás, los menospreciaba y, si era preciso, hasta los mataba.

Ahora bien, sabemos de sobra que Jesús rompió con la honra, o con la dignidad de un cargo, en cuanto valor determinante de la vida. No le importó el cargo que alguien ostentase, cuando entendía que tenía algo que recriminarle:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! (Mt. 23:27)

El apóstol Pablo también tenía claro que la escala jerárquica en la iglesia primitiva no debía otorgar más dignidad eclesiástica a quien la ostentaba:

Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo (Fil. 2:3)

La prevalencia de la honra como valor determinante en la vida divide, separa y enfrenta a las personas. Y las enfrenta hasta el extremo de generar odios y violencias inimaginables. Desde el momento en que la honra propia se sitúa en el centro de la vida y de la convivencia, los excluidos brotan y se multiplican por todas partes. Nacen, entonces, las competitividades y los enfrentamientos, e incluso sale a la luz lo peor de nosotros mismos, percibiendo como insoportables a todos aquellos que nos deshonran, y permitiéndonos hacer lo necesario para que nuestro buen nombre prevalezca.

Jesús le dio a todo esto un giro radicalmente distinto, proponiendo que todo se reduce al “principio del respeto” como fuerza determinante de la vida. Lo cual parece una afirmación ingenua y simplista. Pero que, en realidad, es una formulación que engloba el mensaje central del evangelio. Me explico:

El principio del respeto es, ante todo, no simplemente “ser bueno” y menos aún “bonachón”. Respetar es vivir de tal manera que quien se siente respetable se caracteriza por el hecho de que contagia respeto porque lo tiene hacia los demás. El respeto no se predica, ni se enseña. No se demanda ni se impone. Sólo una persona que se respeta a sí misma puede hacerse respetar por los otros. Es evidente que muchas veces no nos sentimos felices en la vida, ni con lo que nos hacen los demás. Pero ahí, y entonces, es cuando emerge la calidad de la persona o del grupo que, por encima de sus personales estados de ánimo o de sus problemas con alguien, es capaz de seguir contagiando a ese alguien, bienestar, sosiego, paz… En definitiva, es capaz de respetarle.

Ser respetable es no querer jamás, ni por nada, distinguirse y situarse por encima de otros. Se trata, en efecto, de la condición en que viven quienes no admiten ser superiores ni más dignos que los demás. Ni soportan ir por la vida como seres sagrados o consagrados, que merecen un respeto al que otros no tienen derecho. Por eso, los privilegiados de siempre, los amigos de dignidades, títulos, oropeles o tronos de honor no quieren ni oír hablar de este tipo de respeto. Y dicen que eso es “relativismo” o “pérdida de valores”. En realidad, se trata de gentes de baja calidad humana, personas que andan sobradas de autoestima, eternos complacientes en su propio ego, individuos que nunca van a ninguna parte porque nunca salen de sí mismos, ni paran de dar vueltas en torno a su propia honra y dignidad, supuestamente conferida por una función eclesiástica, sobrecargados de cargos y bloqueados en la burbuja de semejante payasada.

Ser respetable es, ante todo y sobre todo, tener respeto a los demás, a todos, sean quienes sean. Sin pasar factura jamás, y por más que uno se crea con derecho a pasarla. Por eso, el respeto es tolerancia y aceptación del pluralismo. Aceptación, incluso, de la crítica a la propia función.

Pero está claro: vistas así las cosas, resulta evidente que el respeto, vivido de forma tan incondicional, es seguramente la actitud más difícil de la vida. Sobre todo cuando se imponen razones de valor absoluto que pueden justificar y hasta exigir que se le falte el respeto a otros, “por el bien de ellos mismos”. Las religiones y los personas religiosas (que no espirituales) suelen ser expertas en este tipo de manejos turbios y refinadamente hirientes. Argumentando, además, que hacen eso por “caridad cristiana” o por “fidelidad a la institución”.

Es entonces cuando se descomponen la bondad y el respeto mutuo, justificándolo todo, incluso el peor de los atropellos, en virtud de argumentos “bondadosos”: “Lo hacemos por tu bien”; “Es lo mejor para ti en estos momentos”; “Te censuramos para que reflexiones”; “Esperamos que esto te ayude a ver tu error”. Se hace patente, entonces, el sarcasmo de la mayor hipocresía. Y, desde luego, la supuesta honra de un clérigo al que se ha llamado mentiroso (sea o no sea verdad que lo sea) no debería ser el tobogán por el que se lance la comunidad hacia un proceso disciplinario que tenga, como único objetivo, la restauración de la dignidad de un “ungido”

Las distintas iglesias, y por supuesto la nuestra, necesitan un replanteamiento radical de sus formas de actuar para la disciplina o el castigo eclesiástico, y de las propias bases que los sustentan. Porque, a veces, si pretendemos estar haciendo así la voluntad de Dios, parecen inventados por el peor y más vengativo de los dioses.

En esta dificilísima tarea de la disciplina eclesiástica deberíamos saber rescatar el espíritu del evangelio: el amor fraterno. No es la ley lo que debemos defender, ni de su prevalencia somos garantes. Lo somos, si lo somos de algo, del ser humano que se ve destruido en el mismo seno de nuestra comunidad. En este sentido, es mucho lo que la comunidad cristiana organizada tiene que revisar. Debemos preguntarnos sinceramente hasta qué punto nuestro sistema disciplinario, en todos sus niveles, es signo de un amor que redime al creyente o de una ley que lo reprime.

Esta sola consideración sería suficiente para un serio y largo examen de conciencia. En muchos casos podremos, sí, dejar a salvo esa ley y esa honra que tanto nos esforzamos por salvaguardar. Pero deberemos preguntarnos si el precio que tendremos que pagar será siempre la destrucción del individuo. Esa destrucción que se obra en su ser más íntimo, al verse avasallado por una ley que no entiende ni comprende.

¿Hasta qué punto una moral represiva, que castiga con la exclusión al que disiente, o en el mejor de los casos con el ostracismo, educa al creyente… o lo empuja a vivir exactamente al contrario de lo que le imponemos, con el agravante de la desilusión y el más negro resentimiento? Antes de condenar y castigar, deberíamos hacer examen de conciencia.

El evangelio se mueve sobre esta base: restaurar al hermano, buscar su bien más profundo, mostrarle el respeto y el amor que se le debe como miembro paritario de nuestra misma comunidad. Restaurar, no como jueces omnipotentes, o como padres que se olvidan de que sus hijos están creciendo. Restaurar acercándonos al ser humano, dialogando con él sobre sus problemas y dificultades, comprendiendo su situación, esperándolo todo el tiempo necesario para que dé su respuesta, y respetándolo aunque su respuesta no sea la que esperábamos.

Que este estilo educativo supone un cambio en nuestro esquema disciplinario está fuera de toda duda. Que lo exige el evangelio del amor, también lo está. Con este amor fraterno como premisa fundamental, pensemos ahora todo lo que está sucediendo en el seno mismo de nuestras comunidades, y veamos juntos cuál puede ser la forma más adecuada de que nuestras congregaciones sean levadura y fermento de una vida nueva.

Más que perseguir la honra del “ungido”, persigamos las huellas de Jesús, que hasta a Judas acogió en sus horas más amargas. Jesús no toleró cualquier forma de religiosidad. Desde luego, la que deshumaniza a quienes se identifican con ella, no. Y tampoco a los que se identifican incondicionalmente con los turbios e inconfesables intereses que suelen aparecer en los grupos y personas religiosas al uso. El verdadero “Ungido de Dios” vivió abriendo espacios a los oprimidos, preparando caminos a los que se sienten desorientados, curando a los heridos, restaurando a los avasallados por el poder religioso, agrandando a los pequeños, y poniendo en el sitio que se merecen a aquellos que, en vez de cuidar al rebaño, se empeñan en diezmar el comino.

40 comentarios:

  1. Chapó Juan Ramón. Qué predicación más maravillosa si la pudiéras dar en una convención pastoral.
    Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo (Fil. 2:3)
    ¿Humildaddddddd? O no, esa palabra no es conocida en esos círculos.....

    Argumentando, además, que hacen eso por “caridad cristiana” o por “fidelidad a la institución”, esas decisiones tajantes y castrantes....
    “Lo hacemos por tu bien”; “Es lo mejor para ti en estos momentos”; “Te censuramos para que reflexiones”;
    Madre mia, tienes tanta razón....
    Antes de condenar y castigar, deberíamos hacer examen de conciencia.
    Eso deberían hacer los "clérigos"(como tu los llamas) que se creen sagrados, consagrados, llamados.....antes de tomar esas decisiones y a veces o muchas veces para estropear la vida de esa persona, para siempre, sobre todo la vida espiritual.
    Gracias por exponer estas opiniones tan abiertas. Con plena conciencia, lo sé, de lo que hablas, y yo tambien plena conciencia de lo que hablo.
    Un besazo

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  2. ¿Te imaginas la situación contraria? Un clérigo que ofende públicamente a un laico o incluso a una comunidad y además no reconoce su falta.
    La comunidad no puede manifestar su desaprobación porque en nombre del amor cristiano, lo que la comunidad debe hacer en mostrar respeto, amor fraterno y orar por la restauración del hermano clérigo.
    Hasta donde yo sé, todos (laicos y clérigos) somos llamados al "real sacerdocio"; entonces ¿por qué a unos hay que mostrar autoridad "por si propio bien" y a otros respeto y paciencia?

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  3. Es curioso que otro episodio en el que Jesús pone en tela de Juicio el tema de la honra, es ante el divorcio.
    En aquella época, sólo el varón podía repudiar a la mujer. Sin embargo, cuando Jesús dijo "todo varón que repudia a su mujer y se vuelve a casar comete adulterio contra ella..." estaba dando por sentado que la honra no es sólo cosa del varón sino también de la mujer. Con esa frase Jesús defendió a la mujer ante la arbitrariedad de que el marido decidiese repudiarla o no. Una vez más, Jesús, poniéndonos a tod@s en igualdad de condiciones. Y nosotros que decimos ser cristianos empeñándonos en hacer la diferencia.
    clérigos vs. laicos, pobres vs. ricos, hombres vs. mujeres. ¿No habrá también en este caso un poco de esa diferencia entre hombre-mujer? ahí lo dejo.

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  4. Evidentemente J R tal como planteas el asunto tienes razon,nunca he estado de acuerdo con la manera que utiliza la iglesia para llamar la atencion a los miembros "descarriados",evidentemente no somos Jesus ni tenemos su sabiduria pero si tenemos su legado Los Evangelios,Mateo 18:15-17,como en este caso en particular no tenemos elementos de juicio,pues desconocemos cual es la version de la otra parte,creo que tambien es responsabilidad nuestra se muy cuidadosos con los juicios que hacemos,lo digo desde el punto de vista mas objetivo que puedo y dando a todas las partes el beneficio de la inocencia mientras no se demuestre lo contrario,y desde luego pensando que a pesar de todo todos los implicados son mis hermanos.Un beso.J.Martinez.

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  5. Sólo un detalle, Javier: como verás, en mi texto no me sitúo de parte de ninguno. Es más: de las dos partes, el único error que cito expresamente es el de mi amiga, que llama el clérigo mentiroso. Porque mi intención no es descubrir quién tiene la razón. A mi entender, los dos la han perdido por el camino. Sobre lo que yo reflexiono es sobre la reacción de la congregación. En realidad, el caso es que, tal como yo lo planteo, no tiene mucha importancia quién tiene razón y quién no. Incluso da igual el hecho concreto y los individuos concretos de los que estamos hablando. A las personas y a los hechos que las enfrentan sabrá juzgarlos quien lee los corazones. Pero la reacción de la congregación ha sido pública y notoria. No hace falta saber leer los corazones para darse cuenta de que se han tirado por la borda los mínimos procedimientos, y que no se ha hecho todo lo posible para restaurar a la hermana.

    Así que repito: ni juzgo al clérigo, ni a la persona censurada, ni es mi intención esclarecer quién tiene razón y quién no. Mi reflexión comienza justo después. Ante una situación como ésta, una vez que han ocurrido los hechos, ¿qué debe hacer la iglesia? ¿Es suficiente pecado el supuesto atentado contra la honra de un "ungido" como para poner en censura a alguien? ¿Qué puertas abre todo esto? ¿Merecen ellos un tratamiento especial, que el laico no merece? ¿Qué hubiera ocurrido si en vez de llamar mentiroso al clérigo, se lo hubiese llamado a otro miembro de la congregación? ¿Estaría ahora mi amiga en censura? Si la respuesta es negativa... ¿Qué otros sagrados derechos tienen los "ungidos" que yo no conozca, y quién ha decidido que así sea? Ésa es mi pregunta, y ésta es mi reflexión: en la economía inaugurada por el Nuevo Testamento, ya no hay casta sacerdotal, ni clase pastoral. Todos somos iguales, a todos se nos debe el mismo respeto. Y si hay algo que lleve consigo la función pastoral, es la mayor responsabilidad, no mayores prevendas. Mayores deberes, y no mayores derechos. Así me lo explicaron y así lo entendí cuando me tocó ejercer esas funciones. Quizá me equivoqué, y sea yo quien necesite un ligero reciclaje...

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  6. Sin duda, una de las parábolas más cautivadoras de Jesús es la del "padre bueno", mal llamada "parábola del hijo pródigo".

    Precisamente este "hijo menor" ha atraído siempre la atención de comentaristas y predicadores. Su vuelta al hogar y la acogida increíble del padre han conmovido a todas las generaciones cristianas.

    Sin embargo, la parábola habla también del "hijo mayor", un hombre que permanece junto a su padre, sin imitar la vida desordenada de su hermano, lejos del hogar. Cuando le informan de la fiesta organizada por su padre para acoger al hijo perdido, queda desconcertado. El retorno del hermano no le produce alegría, como a su padre, sino rabia: "Se indignó y se negaba a entrar" en la fiesta. Nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño entre los suyos.

    El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha acogido a su hermano. No le grita ni le da órdenes. Con amor humilde "trata de convencerle" para que entre en la fiesta de la acogida. Es entonces cuando el hijo explota dejando al descubierto todo su resentimiento. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes del padre, pero no ha aprendido a amar como ama él. Ahora sólo sabe exigir sus derechos y denigrar a su hermano.

    Ésta es la tragedia del hijo mayor. Nunca se ha marchado de casa, pero su corazón ha estado siempre lejos. Sabe cumplir mandamientos pero no sabe amar. No entiende el amor de su padre a aquel hijo perdido. Él no acoge ni perdona, no quiere saber nada con su hermano. Jesús termina su parábola sin satisfacer nuestra curiosidad: ¿entró en la fiesta o se quedó fuera?

    Rodeados de normas y de falsas complacencias, nos hemos habituado a hablar de buenos y malos, de cristianos fieles y de cristianismo barato, de laicos y de ungidos...

    Mientras nosotros seguimos clasificando a sus hijos, Dios nos sigue esperando a todos, pues no es propiedad de los buenos ni de los buenos practicantes. Es Padre de todos.

    El "hijo mayor" es una interpelación para quienes creemos vivir junto a él. ¿Qué estamos haciendo quienes no hemos abandonado la Iglesia, y nos permitimos el lujo de poner en censura a alguien? ¿Asegurar nuestra supervivencia religiosa observando lo mejor posible lo prescrito, o ser testigos del amor grande de Dios a todos sus hijos e hijas? ¿Estamos construyendo comunidades abiertas que saben comprender, acoger y acompañar a quienes buscan a Dios entre dudas e interrogantes? ¿Levantamos barreras o tendemos puentes? ¿les ofrecemos amistad y fraternidad, ayuda y consuelo, o los miramos con recelo, en el mejor de los casos?

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  7. Por supuesto, la disciplina en la iglesia es, llegado el caso, imprescindible y fue el propio Maestro quien la estableció (ver Mateo 18: 15ss., ya citado por otro interviniente). Con fines de restauración, naturalmente, como lo remacharía el apóstol Pablo (ver 1 Corintios 5: 4-5).

    Ahora bien, si los hechos narrados son ciertos (los conozco también por otra fuente), y debo decir que a mí no me sorprendería que lo fueran, entonces nos hallamos ante un caso más del espíritu de casta superior que caracteriza a estos curillas que nos ha tocado padecer (aunque ellos mismos por lo general no se dan cuenta de hasta qué punto).

    Y, una vez más, apelando al carácter de “ungidos” (a mí más de una vez me han sacado eso de ““no alzar tu mano contra el ungido de Jehová””; olvidando, tal vez, que quien dijo eso no tuvo luego inconveniente en hacer la guerra contra dicho “ungido” [ver 1 Samuel 28: 1-2]; y que, en todo caso, aquí no se trata de ““alzar la mano”” contra nadie; e incluso que lo de “ungido” tal vez no tenga el mismo sentido hoy que en la teocracia hebrea...).

    En todo caso, muy interesantes, jugosas y bíblicas tus consideraciones sobre la honra, Juan Ramón.

    Un fraternal saludo.

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  8. Conozco pocos casos en los que aplicar disciplina en la iglesia haya servido para restaurar al hermano. Unas veces porque se ha aplicado cuando ya no era necesario porque la persona ya se ha dado cuenta de su error e incluso ha pedido perdón (pero aún así se le disciplina); otras veces la conducta "inadecuada" se ha mantenido después de retirado el voto de censura (véase matrimonios mixtos) y muchas otras veces ha sido simplemente el paso previo a la baja en la feligresía porque entremedias no ha habido un proceso de reconciliación.
    Pero también también entiendo que la disciplina es necesaria en determinados casos, conductas que pueden afectar el buen nombre del resto de la feligresía (no sólo de los pastores), ya no tanto por amor al hermano que yerra sino por amor al resto de los hermanos que pueden verse afectados de un modo u otro. Y es algo que yo he vivido, que por no aplicar procedimientos de reconciliación con una persona, haya habido muchos hermanos que han dejado de congregarse, produciendo más dolor que beneficio.
    El amor es el que debe guiar todo proceso de reconciliación, prefiero el término reconciliación al de disciplina, porque todos somos uno en Cristo, y nuestra misión es sanar y no amputar, de mantener el cuerpo sano, TODO el Cuerpo, no sólo algunas partes que se puedan creer más importantes que otras.
    Un saludo. Esther Villanueva

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  9. No tendría sentido la reflexión que os he propuesto si la experiencia nos mostrase que nuestros actos disciplinarios (en tanto que congregación de creyentes) pudiesen llamarse, con un mínimo de rigor, "procesos de reconciliación".

    Tiene razón Esther, a mi entender, cuando prefiere esto último a lo primero. El trayecto disciplinario propuesto por Jesús parece estar obsesivamente dirigido a la reconciliación. Un trayecto que pretende darse el tiempo suficiente, y las oportunidades necesarias, para que se limen las asperezas. En el primer encuentro personal, en la posterior reunión con unos pocos, en el planteamiento a la comunidad en pleno va acrecentándose poco a poco el número de personas intervinientes, lo que hace que las soluciones exigidas sean mucho menos viscerales y mucho más racionales. Conforme va aumentando el grupo de convocados, van añadiéndose sensibilidades diversas y, sobre todo, va enfriándose la fogosidad inicial de los personalismos, hasta que el asunto llega a la comunidad en pleno, a la que se le supone una cierta distancia ante el problema, distancia que debería permitirle apostar por la minimización de las cuestiones personales, y el encuentro de soluciones insospechadas por los que entraron al principio en discordia. Sabio trayecto el que Jesús nos invita a recorrer, que permite enfriar las calenturas iniciales, y buscar soluciones a partir del juicio objetivo de aquellos que no se sienten involucrados por el problema inicial. Cuando eso ocurre de verdad, es difícil que haya de llegarse hasta el extremo de relegar a alguien al ostracismo del voto de censura. Cuando permitimos la aparición del "tercero en concordia", el Espíritu, en vez de convertirnos en agentes de discordia, los problemas tienen más fácil solución.

    Sin embargo, cuando una de las partes involucradas en la discordia es, frente a todo pronóstico y precisamente, el clérigo, que tiene a su disposición toda la maquinaria administrativa, la utilización de información privilegiada, y el recurso al ya mencionado "no alzarás tu mano contra el ungido", la cosa se pone fea. No solamente para la otra parte, sino también para la propia congregación, a la que se obliga a decidir entre un hermano cualquiera y "el mayor de los hermanos".

    Cuando un profesional de la religión pone de esta forma a la congregación que pastorea entre la espada y la pared, que se ve en la tesitura de dar la razón al uno o a la otra, no parece haber comprendido que el ministerio que profesa nació para unir, y no para dividir, para reconciliar, y no para anatemizar.

    Y como, además, va siendo cada vez menos habitual asistir en las congregaciones (cosa de la que me congratulo) a este tipo de actos disciplinarios, debería hacernos reflexionar el hecho de que sea la honra del ungido, precisamente eso, la que nos convoque a impartir disciplina...

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  10. Por cierto: quiero dejar claro que mi primera reacción ante este hecho concreto fue hablar personalmente con el pastor en cuestión, a quien siempre he considerado, y sigo haciéndolo, un buen hombre, aunque ahora me parezca que se ha equivocado de pleno. Pero cuando quise hablar con él, para conocer de primera mano cómo lo estaba viviendo, e intuyendo él (deben ser cosas del "sexto sentido") que quería hablar precisamente de esto, me dijo que no estaba a mi disposición para hablar sobre este asunto, que no tenía que darme explicaciones (tampoco se las pedía yo...), y que si quería ayuda pastoral o necesitaba que me prestase dinero (¡¿?!), hasta su vida daba por mí. Pero que de eso no iba a hablar...

    Hasta ahí llega la irracionalidad a la que derivan todas estas situaciones...

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  11. Permitidme compartir con vosotros una reflexión sobre la reconciliación.

    http://www.aula7activa.org/edu/articulos/documentos/perdidos.pdf

    Esther Villanueva

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  12. Es curioso, Esther, pero esta misma mañana he estado leyendo tu artículo en Café Hispano. No sabía que lo habías publicado también en Aula7activa. Recomiendo vivamente su lectura a todos nuestros lectores. Gracias, Esther.

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  13. Por si leyera esto el hermano dirigente que siente su honra vejada, ahí van unos textos de Elena White:

    “[Los dirigentes] deben siempre recordar que un cargo no cambia el carácter del que lo desempeña, ni lo hace infalible” (TI, t9, p. 225).

    “Los cargos no dan santidad al carácter....El Dios a quien servimos no hace acepción de personas” (PR, pp. 20-21).

    Saludos cordiales y fraternales.

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  14. Y, por cierto Cordura, esto lo escribió una mujer considerada profeta, que renunció sin reparos a su "honra", se comió su orgullo, y se marchó a Australia, fruto de un traslado misionero (que más bien fue un exilio a la fuerza), a causa de sus posicionamientos frente a algunos dirigentes de religiosos de la época.

    Si es que no hemos inventado nada nuevo...

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  15. Hola amig@s!!

    Percibo que la entrada tiene tintes reales. Como dicen las pelis: "Basada en un hecho real". Claro que uno pone más atención, si cabe, por ese detalle. Ya no es ficción, sino cruda realidad.

    Como cuando uno discute con un prójimo y se ve involucrado: he ahí el dilema, honra o deshonra.

    Las personas que llevan adelante con vocación la tarea del ministerio, merecen respeto y honra. Pero como en todos los colectivos, hay sus rencillas, sus recelos y sus desafíos entre ellos. Cosa normal, por cierto. Y todos nosotros, ellos incluídos, podemos cometer errores.

    Ahora bien, la iglesia, dispone de ese recurso para que por las circunstancias que sean, pueda frenar algunas conductas que no edifican sino que destruyen. Es una pena llegar ahí, pero en ocasiones, reconocemos que hay que llegar.

    Vale, después de este circunloquio. Me animo a dar mi opinión, pues desde que leí la entrada cuando había 0 comentarios, he de reconocer que me generó desasosiego.

    ¿Por qué denunciar algo públicamente ante la iglesia cuando debería, según las indicaciones de vuestros comentarios, haberse dirigido personalmente y previamente al deshonrado?
    ¿Por qué saltarse el segundo paso de haberlo intentado con dos o tres hermanos más?
    Y por último: Si tenía que denunciar algo tan grave que pone en cuestión la honra del ministro, y se iba a saltar los dos pasos anteriores, ¿Por qué no se puso en contacto con aquel o aquellas personas que podían verificar la veracidad o lo acertada que era su acusación?
    La persona que ponía en cuestión la honra del acusado ¿tenía ella la información o le había sido transmitida? El clásico "me lo han dicho".
    ¿Por qué la persona que le había compartido la información no acudió a una reunión con otros ministros que viajaron de lejos para esclarecer la acusación?
    ¿Por qué esa animadversión e insistencia en acusar de nuevo ante la junta de vocales de la iglesia, que ha tenido que tomar la decisión de censurar su conducta?
    ¿Por qué el responsable del lugar, objeto y parte, de las aseveraciones de la persona acusadora; tras dos correos electrónicos (pensaba que el segundo sería suficiente) tuvo que reunir a la junta y firmar ese mismo documento que desmiente tales afirmaciones?

    Me pregunto por qué llegamos tan lejos en nuestros desvaríos. Comprendo lo mal que lo habrá pasado el clérigo, como decís, y que no quiera dar explicaciones a nadie.
    Me duelen las afirmaciones de Cordura, cuando dice que no le sorprenderían que los hechos narrados fueran ciertos.

    Juan Ramón, es triste cuando se utiliza la posición de poder para hacer daño o ampararse en ella para escapar de recibirlo. Pero es más triste que entre colegas haya una rivalidad tan cizañera, cuando de la otra parte siempre ha habido una mano tendida.
    Se puede achacar a la edad, pues cuando cumplimos años somos más proclives a los desvaríos, o quizá una raiz amarga no desarraigada a su debido tiempo.

    Yo, como Platón, creo, prefiero sufrir una injusticia a cometerla. Pero si te meten el dedo en el ojo constantemente, acabas por agarrar la muñeca del que te fastidia. Nadie puede soportar un dolor constante sin hacer nada al respecto.

    Me duele el sufrimiento de cualquier persona, me duele la obstinación que no conduce a nada, me duelen las raíces amargas que no se han desarraigado de los corazones. Me duele la utilización del escenario eclesial para este tipo de conflictos. No hace nada más que frenar nuestro avance. Y restarnos un poco de gozo, porque cuando un miembro se duele... a mí también me duele.

    Abrazos.

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  16. El último comentario (de Anónimo) parece ofrecer indicios nuevos. Además hace consideraciones muy interesantes y, en mi modesta opinión, con base claramente bíblica.

    Debo decir que me ha interpelado desde antes de ver mi nombre entre sus líneas. Por mi parte, tengo tendencia a “teorizar” en estos casos, tratándolos como “supuestos genéricos”, pero comprendo que es peligroso. He vivido muchos casos de ese tipo, de ahí que afirmase que no me extrañaría que los hechos narrados fuesen ciertos. A la vez, entiendo que no fue una manera muy rigurosa de hablar. Y que acaso he supuesto precipitadamente que se siguieron los pasos dados por Jesús en Mateo 18: 15ss.

    Desde luego, la persona que hizo esa acusación al pastor en cuestión, debió hablar primero con él.

    Todo esto, como es lógico, no desmiente los principios de fondo (citas de EW incluidas). Pero, justamente por ello, y porque esos principios se resumen en el amor, quiero pedir perdón porque de mis palabras en comentarios previos puede haberse derivado alguna injusticia.

    Gracias por tu dulce amonestación, Anónimo, y cordiales saludos para todos.

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  17. No creo que el objetivo de Ramón al escribir esta entrada sea la de juzgar un caso concreto, porque, yo al menos, no estaba presente en esa reunión (no sé si anónimo estaba), sino que más bien sirve de pretexto para denunciar una realidad, no sé si mucho o poco extendida, que es que a algunos pastores no les puedes decir que se equivocan, y si aceptan que se lo digas, parece que tengan una coraza especial (debe ser la unción) que les hace impermeables a la posibilidad de estar equivocados.
    Creo que en algún momento habrá que reflexionar sobre qué es en realidad la imposición de manos en nuestra iglesia, si otorga algún poder especial y el papel de autoridad de un pastor dentro de la congregación. Porque tan cierto es que una persona que decide por vocación dedicarse a tiempo completo al pastoreo de personas merece todo nuestro respeto, honra y agradecimiento, como que esa misma persona debe respeto, honra y agradecimiento a las personas que pastorea y que le pagan el sueldo.
    Esther Villanueva

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  18. Cierto, Esther. Pero el hecho es que se alude a un caso concreto (y reconocible por quienes más al tanto estén de él, con los lógicos perjuicios en caso de que, aunque sea involuntariamente, distorsionemos la verdad).

    Por otra parte, también convendría reflexionar sobre si cabe seguir los mismos pasos (de Mateo 18: 15ss.) cuando el “pecado contra ti” es en público que cuando es en privado. Jesús en ese pasaje no especifica. Pero parece que tiene cierta lógica pensar que no es exactamente lo mismo.

    De todos modos, yo desconozco los pormenores del caso que nos ocupa (porque en el fondo nos ocupa...), así que no soy capaz de afirmar que fuera originalmente un pecado público (del pastor en cuestión) o privado.

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  19. Gracias amigo Cordura, me siento aliviado por tus palabras después de haber leído las mías.

    Claro Esther que esas personas merecen el mismo respeto de parte del pastor, pero no es bueno (me parece a mí) ni que le echemos en cara al pastor que cobra del diezmo que pagamos nosotros (aunque así sea) ni que él tenga que agradecérnoslo. Como si tuviese que estar en deuda constante con los miembros de iglesia. No olvidemos que ellos devuelven su diezmo como cualquiera de nosotros.

    La iglesia cumple una función, una misión; y nosotros formamos parte de ella; con el mismo propósito: servir por amor los unos a los otros.

    Este como cualquier otro asunto es espinoso. Y no es el primero ni será el último. Nuestra naturaleza nos causa conflictos en todas partes donde nos desenvolvemos. Desde los más altos en rango hasta los más bajos o humildes. Pero todos necesarios, no los conflictos, sino los creyentes en Cristo. Y si las desavenencias son muy fuertes, pues como hizo Pablo: tú para allá y yo para acá. Para al final reconocer que estimaba mucho a Juan Marcos.
    Eso es madurar y amar y perdonar y continuar...

    Por cierto, a mí también me ha gustado mucho tu reflexión de las parábolas de Lucas 15.

    Abrazos.

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  20. Bien, amigo/a Anónimo... Pero conste que todo eso no quita que hay un serio problema (de esto sí estoy seguro) de infiltración del Poder en la iglesia, en directa oposición a Mateo 20: 20-27. Y que se refleja, por ejemplo, en actitudes clericales intolerables.

    Una cosa es que nuestra naturaleza, pecaminosa, tiende a ser conflictiva en general. Otra, que hay fallas sistémicas en nuestra organización que la están llevando a la deriva. Por eso es de agradecer que existan espacios como éste de JR (necesarios, pues, desgraciadamente, en otras partes NO SE PUEDE HABLAR).

    Un abrazo.

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  21. Tal vez me he explicado mal. Una vez escuché a un hermano con un cargo en la Unión que debíamos ser muy cuidadosos con el uso que le dábamos al dinero en la iglesia por respeto a esa ancianita que todos los meses trae sus 30 euros de diezmos y ella sobrevive con 270 euros. Me estoy refiriendo a eso, no a que tenga que agradecer al hermano fiel que sea fiel devolviendo sus diezmos.
    Fíjate que lo primero que he dicho es que los laicos debemos respeto, honra y agradecimiento a los pastores por dejarlo todo y SERVIR a tiempo completo a la iglesia. Pero eso no quita que los pastores reconozcan los esfuerzos de los laicos manteniendo no sólo económicamente a la iglesia, sino lo que es más importante las horas voluntarias y gratuitas (muuuuchas), el esfuerzo (muuucho) y el empeño( muuucho) para sacar adelante a las iglesias locales y los proyectos nacionales (que también hay laicos implicados en ellos).
    Esther Villanueva

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  22. Estoy de acuerdo con ambos.

    Magnífico texto el que propones: "Los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad.
    Mas entre vosotros no será así..."

    Claro que estos blogs (Cordura, Dos a media luz, La E.S. con otros ojos, Cuenta atrás, y éste mismo) nos permiten abordar sin censuras y con libertad cualquier tema a los ojos de todos.
    En alguna ocasión hemos llegado incluso a sugerir un cambio de estatutos para que cambie la forma de elección de nuestros dirigentes.

    Que se presenten candidaturas y sean votadas por los delegados asistentes, con algo parecido a un programa, incluso con críticas a los que han desempeñado las labores en el último ejercicio (si las hubiere).
    Pero de tan mansos que somos, "los hijos de las tinieblas llegan a ser más sagaces que los hijos de la luz". Lo dijo Jesús mismo.

    Se queman los pastores jóvenes, y los jóvenes mismos. Les damos más emoción que fondo. No hay más que leer el artículo de Rubén Sánchez sobre el último encuentro de jóvenes realizado en Zaragoza "Cieling". Aquí pego el enlace para los que tengan algo más de una hora para leerlo. Es muy interesante:

    http://www.spectrummagazine.org/cafe_hispano/2010/05/06/cieling_en_busca_de_una_identidad

    Sí, demasiados dirigentes se enrocan en cargos, creo que debiera haber un máximo de tiempo, dos legislaturas o algo así, y luego savia nueva, si no, nos enquistamos con puntos de vista y programas que muchos criticamos a pesar del esfuerzo de corazón con que se realizan.

    Y luego un código "deontológico", ¿se dice así? Para que no haya desmanes autoritarios por parte de ninguno. Ojo que también hay laicos "ricos" de los que sólo tienen dinero que influyen y hacen influir en decisiones unas veces acertadas y otras no muy acertadas.

    De verdad que éste no es el caso, este clérigo ha tenido que sufrir al menos en dos ocasiones a lo largo de su ministerio la incompetencia humana de nuestros dirigentes. Con tan severas consecuencias que en el segundo de los casos, se nos podría haber evitado el bochorno de las últimas asambleas si se hubiese actuado a tiempo y como él proponía a su debido tiempo.

    ¡Qué flipada si pudiésemos conformar una candidatura!
    ¡Qué flipada si pudiésemos leer artículos en nuestras revistas parecidos a los contenidos de los temas tratados en los blogs!
    ¡Qué flipada de nuevo aliento libertario de personas unidas a Jesús!
    ¡Un poco menos maniatados!

    "¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?"

    Más bonito no se puede decir.

    Sabemos que hay ojos que nos observan.
    Tomen buena nota. Hay un ejército de laicos, de hijos de Dios dispuestos a todo, incluso a dar la vida por uno de los nuestros...
    "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos".
    Si este fuera nuestro ideal, no estaríamos abordando este tema.
    Yo ya estoy listo, y si ahora mismo suena mi timbre y me enseñan una placa y me amenazan con un arma diciéndome: "dinos, donde vive Juan Ramón o atente a las consecuencias, lo queremos vivo (jajajajaja)"... pues me tragaría hasta el móvil y mis miedos, no podría hacer nada que te deshonrara, no podría traicionarte, te amo demasiado amigo...

    Abrazos.

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  23. Un abrazo para ti, Anónimo (¿quién diantres eres? ;-)

    Me encanta lo que dices y cómo lo dices.

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  24. Hola a tod@s.
    ¡YO ESTUVE ALLÍ! I
    La primera vez que leí esta entrada, había tan solo 2 comentarios. Era el jueves 13 de mayo. Desde entonces he ido entrando varios días y he leído los sucesivos comentarios que se han ido plasmando. Lo he hecho, con los dedos encogidos ante el teclado de mi ordenador, que es cómo decir que me he estado mordiendo la lengua en una conversación. ¿Tecleo o no tecleo? Ese a ha sido mi dilema en estos días. Otro dilema, ha sido si firmo con mi nombre real o con pseudónimo. Quiero y puedo hacerlo con mi nombre real, pero no debo. No debo porque si todavía queda algún atisbo de duda, os digo que efectivamente se trata de un hecho real y que yo estuve allí. Me gustaría poder decirlo con la misma satisfacción y el mismo orgullo con que lo diría, por ejemplo, quien estuvo y vivió in situ la caída del muro de Berlín, o cualquier acontecimiento importante de nuestra historia, pero no. Más bien lamento profundamente haber estado allí, porque se trata de mi Iglesia prácticamente desde la cuna. Se trata no sólo de mis hermanos, sino también de mis amigos. Alguno de ellos amigo del alma. Y juntos nos hemos visto envueltos en una situación, que no queríamos y que hemos tenido que afrontar, cómo es mi caso y el de algún otro compañero de cargo, como ancianos de Iglesia totalmente inexpertos en estas situaciones. Si firmo con mi nombre real, casi todos vais a situar geográficamente el foco de este conflicto y vais a poner cara a todas las personas implicadas. Y si Juan Ramón en su entrada se ha esforzado en que eso no ocurra, no seré yo quien tire su esfuerzo por tierra.
    En uno de los anónimos se hacen algunas preguntas, acerca de por qué la censurada no habló antes con el ungido, en vez de hacerlo directamente público. Intuyo que conoces el tema de cerca. Es más, estoy casi seguro que lo conoces a través de una de las partes y tus preguntas son más que razonables, pero si tienes la posibilidad de poder hablar con la otra parte, no dejes de hacerlo, pues creo que también podrá darte respuestas razonables. Por ejemplo, ella dice haber intentado hablar con el ungido durante un año, y le ha sido imposible. ¿Debo creerla, o no? Entiendo que tanto cómo lo hago con el ungido. Luego habrá que contrastar lo contrastable, pero lo que no queda escrito…
    Quieroynodebo

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  25. ¡YO ESTUVE ALLÍ! y II
    En referencia a cómo se ha llevado este proceso en mi iglesia, tengo que decir que cuando se celebró la junta de vocales en la que se trató este tema, salí moralmente destrozado. Con el corazón encogido. Deseaba presentar mi dimisión del cargo de anciano, pero no lo hice. Tenía la esperanza de que se podía enderezar el rumbo de los acontecimientos, pero no fue así y nada más terminar quince después la sesión administrativa en la que se aprobó el voto de censura, presenté mi dimisión. Pero esa dimisión, no es fruto de una rabieta por no aceptar el resultado de la votación. Lo acepto y lo respeto, pero yo no puedo llevar sobre mi conciencia el no haber sabido o no haberme atrevido a hablar cuando tenía que haberlo hecho. Lo único que pude hacer, fue pedir disculpas a la censurada.
    Veo por los diferentes comentarios, que estamos de acuerdo en que algunas veces, aunque nos duela, hay que disciplinar. Comparto esa opinión, pero me resulta muy difícil, con mis errores, con mis prejuicios, juzgar a alguien cuando sus errores se ven y los míos, hasta ese momento, no. ¿Cómo podemos juzgar a alguien cuando estamos llenos de prejuicios? Me consta, por comentarios oídos y que prefiero omitir, que contra esa persona existen prejuicios poco fundados y se le ha atribuido una fama, en mi opinión, injusta. Creo que cuando entramos por la puerta de la iglesia con esos prejuicios, de los cuales es muy difícil desprenderse, el Espíritu Santo, salta por la ventana. No podemos olvidar que todos somos humanos y aunque es una obviedad, a veces nos lo tienen que recordar, porque tendemos a endiosarnos. Antes que disciplinar, prefiero escuchar a mi herman@. Antes que disciplinar, prefiero que se hable, si cabe, más de Jesús desde nuestros púlpitos. Antes que disciplinar, como dice Esther, prefiero reconciliar. Y para eso hace falta mucho tacto y mucha mano izquierda, cualidades que en muchas ocasiones carecemos. Y sobre todo es imposible una reconciliación, si en este tipo de conflictos, una o las dos partes se sienten sólo víctimas. Si todos reconocemos nuestros propios errores, será más fácil reconciliar.
    Quieroynodebo.

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  26. Yo también estuve allí.
    Leyendo un anónimo en el que se exponía ¿Que hubiese ocurrido si el caso fuera al contrario?
    Puesto que me encontraba presente pude oír para mi sorpresa y espanto, cómo el clérigo acusaba a la hermana de hechos o acciones que él mismo no podía demostrar.
    Lo que se entiende por un falso testimonio.
    Se apresuró a invitar al consejo de iglesia a hermanos de otras iglesias para que apoyasen sus declaraciones, que por otra parte no estaban contrastadas y nada tenían que ver con el motivo de la censura. Vergonzoso.
    Un clérigo incitando a la "rebelión" contra un miembro de su propia congregación, eso sí, en el mencionado consejo no estuvo presente; se invitó a un compañero para que lo presidiera, y así, el clérigo en cuestión quedaba "al margen de la situación" ¡Una jugada perfecta!
    Sabiendo que las cosas sucederían como él pretendía, pudo con toda tranquilidad estar ausente.
    Asistí a la reunión administrativa en la que se proponía la censura, un pastor con experiencia que se encontraba presente pidió que la propuesta fuera devuelta al consejo, puesto que no se habían seguido los pasos que Jesús nos dice, le fue inmediatamente retirada la palabra, (Quiero pensar que por ignorancia y no por mala fe) por quien presidia. Y la reunión siguió adelante. La hermana en cuestión pidió disculpas al Clérigo, en principio este pareció aceptarlas, puesto que asintió con la cabeza y no hizo comentario alguno. Pero hasta donde yo sé, los administradores de la unión y el clérigo quieren que esta hermana pida disculpas a la iglesia.(Algo así como una especie de escenificación dramática) puesto que en ningún momento la feligresía fue cuestionada. (¿Qué pretende el ungido?
    Escuche un comentario de un miembro que decía que aunque al clérigo actuó mal, "Ya lo juzgara Dios" Y yo pregunto ¿Y a la hermana?

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  27. Si al clérigo lo juzga Dios, y a mi amiga la juzga la iglesia, está claro que el clérigo juega con ventaja. Porque me da la impresión de que Dios es mucho menos severo con sus hijos que la iglesia con los suyos. Al menos en este caso concreto.

    Esa expresión, "al pastor ya lo juzgará Dios", me recuerda la diferencia que hay entre la gente de la calle y los diputados electos. A nosotros nos juzgan las Audiencias Provinciales. Pero a los señores diputados sólo puede juzgarlos el Tribunal Supremo, por todas las prevendas de inmunidad de las que disfrutan. Aunque imagino que el miembro en cuestión no tuvo en mente esta similitud cuando pronunció esas palabras, el lenguaje traiciona, muchas veces, una cierta forma de pensar. Es como si el clérigo tuviese derecho a una especie de "inmunidad" en el espectro de actuación humana, y sólo tuviese que rendirle cuentas a Dios.

    A todos nos juzgará Dios. Mientras tanto, más nos valdría conducirnos como Él nos explicó, a través de Jesús de Nazareth, que es mejor para todos: en el marco del amor que todo lo espera, de la esperanza que nunca se pierde, y de la fe en que es Dios quien vela por el buen nombre de cada uno, sin que haga falta que nosotros mismos montemos cruzadas para reivindicarnos...

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  28. De todas formas, quiero dejar algo bien claro: no pretendo dar la razón ni al clérigo ni a mi amiga censurada. Es cierto que mi postura puede dar a entender que me sitúo de parte de mi amiga. Es el pago a mi vehemencia. Por eso me interesa que se entienda lo que pienso, y matizarme a mí mismo si hace falta:

    Creo que mi amiga se equivocó de forma palmaria, y así se lo he dicho a ella. No era, probablemente, ni el lugar ni el momento para hacer lo que hizo, y forzó a la feligresía a tomar partido. La falta de respeto, de forma pública, es algo en lo que no deberíamos caer aquellos que decimos que nos amamos. Y sé además, por experiencia propia, que uno debe ser consciente de que las consecuencias que pueden acarrear nuestros actos. Uno cree que tiene todo el derecho a decir lo que piensa, pero eso puede poner en marcha reacciones de todo tipo. Una pequeña bolita de nieve puede provocar un alud si la rampa es suficientemente larga...

    Creo también que el clérigo se equivocó enormemente. No se lo he podido decir a él porque ni siquiera me dejó hacerlo. La honra propia, y menos la de un servidor de Dios, no debería ser nunca el motivo de un voto de censura. Y tampoco la gota que colme el vaso, que es una de las explicaciones que se han dado a este acto disciplinario. Las heridas pasadas han de ser sanadas una por una, en el momento en que se producen. Está claro que el tiempo no lo cura todo, y que deberíamos saber hacer funcionar el maravilloso consejo bíblico: "Airaos, pero no pequéis. No se ponga el sol sobre vuestro enojo" (Efesios 4:26). En la iglesia, una gota no debería hacer que el vaso rebose.

    Y también, a mi entender, se equivocó la iglesia local, al dejarse arrastrar por una situación que, a la luz de las consecuencias, se les hizo grande. No se dieron la oportunidad de reflexionar con calma, de permitir que los ánimos se enfriasen. Seguir el consejo de Jesús, y los pasos que él propone para la disciplina ayuda mucho en este sentido, porque se da tiempo a que las pasiones se vayan apagando y se pueda pensar con claridad.

    Y os dejo con la reflexión que compartió conmigo un buen maestro: "Y, ahora, a ver quién tiene la paciencia, el amor y la habilidad para coser este roto...".

    A ver, a ver...

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  29. ¡Qué peligro tiene eso de dar tiempo a que que las pasiones se vayan apagando!
    Porque lo suyo es que el "subidón de adrenalina" se pase y empezar a pensar las cosas con calma, como dices. Y desde luego empezar con paciencia, amor y habilidad a coser las heridas. Pero hay que empezar a coser esas heridas.
    Lamentablemente lo que nos pasa es que dejamos pasar el tiempo para que las pasiones se apaguen y a ver si el tiempo, que lo cura todo, cura también la herida, así, por generación espontánea. Luego echamos mano del perdón, porque hay que perdonar y olvidar, hermanos.
    Es verdad lo que dices, alguien tiene que empezar a curar las heridas, a coser los descosidos y remendar los rotos. Un alma rota puede seguir adelante, puede perdonar, puede dejar de sentir rencor, pero la herida seguirá ahí, escociendo, haciendo daño cada vez que se la roza, y con el peligro de que al tirar del hilo la costura se vuelva a abrir.
    Las cosas han de arreglarse a tiempo, no dejar que el tiempo las diluya y las cure. Eso no pasa. Y en nuestro medio tendemos a eso.
    Esther Villanueva

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  30. Disculpad mi intromisión, pero me tomo la licencia hacer algún comentario sobre el asunto. Dice el refrán que dos no discuten si uno no quiere. Desconozco el caso del que estáis hablando; pero, por lo que intuyo, no puedo más que darle la razón a Juan Ramón: Este es un desdichado caso de desencuentro general, con rasgos comunes a tantos otros incidentes del mismo tipo (y he sido testigo de algunos de ellos).

    Su amiga perdió los papeles y, aunque quizá tuviera razón, sus actos la desautorizaron. El clérigo se equivocó al endiosarse y no permitir que nada ni nadie se interpusiera en lo que él creía que es justo… Pero se olvidó de uno de los rasgos más importantes del carácter que debe tener un cristiano: la misericordia. Y la iglesia local permitió que una y otro la arrastraran a la vorágine sin antes haber analizado a fondo el caso.

    Una situación triste, sí; pero es consustancial a una familia que está viva. Y con esto no quiero decir que, por aquello de: «Ladran, luego cabalgamos», vengan los altercados y los conflictos.

    Aquí la única solución al desaguisado es que todas las partes, con ánimo de recomponer el descosido, hagan introspección y, a la luz del modelo de actuación que nos dio Jesús, analicen con sinceridad y humildad sus actos, para luego actuar de acuerdo a lo que les dicte la conciencia. Pero, insisto, la voluntad de reconciliación por todas las partes es indispensable. Nadie debe hacerse fuerte en sus posiciones, antes bien todos deberían reconocer que, en un momento u otro, se equivocaron. De otro modo, la herida quedará cerrada en falso y con una pústula en su interior que, más tarde o más temprano, acabará por reventar.

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  31. Conozco a la persona que ha sido puesta en voto de censura , y os puedo decir que su reaccion no fue fruto de un subidón, los que asi opinais (no os culpo por ello) muy probablemente no sepais del origen del problema, tratare de explicaroslo lo mas preciso posible, desde hace poco mas de un año el mencionado clérigo orquesto digamos que una especie de campaña en contra (digo bien en contra porque nada de lo que manifestaba era cierto) del esposo de la censurada ,supongo que a nadie os gustaría que vertieran falsedades sobre un familiar vuestro, una de las personas a quien le comunicaba dichos infundios era a otro "respetable" clérigo (Lo llamaremos clerigo X) y que nunca se preocupo de averiguar si eran ciertos, ni de hablar personalmente con la persona difamada antes bien tomo partido por su "amigo" clérigo (pongo amigo entre comillas porque eso seria tema para otro dia) al enterarse la hermana quiso hablar con los mencionados clérigos a ser posible con los dos a la vez pero ninguno de ellos acepto aludiendo que no tenian tiempo, no conforme con la respuesta, la hermana insistio con el clérigo de la iglesia de la que es miembro y èste se la quitaba de encima diciendo que no tenia tiempo que perder ¡un pastor que no encuentra momento para atender a un feligrés! evidentemente sabia de que le hablaría mi amiga, como podeis comprender llegado el momento dicha hermana manifesto en público lo que no le permitieron decir en privado.
    Respecto al voto de censura os diré que una semana antes de la reunión administrativa el clérigo X presento en la iglesia donde se iba a presentar la propuesta de moción un tema sobre el falso testimonio , de esta manera "preparaba" a los miembros para que estuvieran más predispuestos en contra de la hermana, y él se posicionaba (recordad que os he dicho que nunca habló con la persona blasfemada) todo un ejemplo de amor cristiano ¿ no os parece ? .
    como veis en este asunto hay mucho que aclarar y muchísimo más que decir, lo haré en una próxima ocasión. es el final del punto que sigue...
    Teresa Fernandez

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  32. ¿Queréis la otra cara de la moneda? Aún hay mucha gente que piensa así:

    "Un asunto de honor"

    Su crecimiento como cristiano depende de muchas cosas, incluyendo honrar y someterse a los que han sido colocados en posiciones de autoridad espiritual sobre usted – especialmente a sus pastores.

    En general, los miembros del cuerpo de Cristo no reconocen completamente la importancia de honrar a sus hombres y mujeres de Dios; sin embargo, hacerlo es una parte tan importante para ver las bendiciones de Dios fluir en sus vidas.

    Honor es definido en el diccionario Webster como “estima, respeto, reconocimiento o distinción; mantener o tratar con honor; un símbolo o gesto de reconocimiento o distinción.”

    Cuando usted honra a su hombre y mujer de Dios, los estima mucho y los trata con respeto. Desde someterse a la visión de ellos hasta servirlos en alguna tarea, honrar a sus pastores es la llave que lo habilita a usted a tener acceso al poder de Dios que está en las vidas de sus pastores.
    Volviéndose Demasiado Familiar

    Honrar a sus pastores implica reconocerlos como dones de parte de Dios, correr con la visión de ellos (Hab. 2:2) y someterse a su autoridad.
    No te alabes (no seas arrogante, ambicioso, jactancioso) delante (en presencia) del rey, ni estés (ni te pares) en el lugar de los grandes; porque mejor es que se te diga: Sube acá, y no que seas humillado delante del príncipe. A quien han mirado sus ojos. (Prov. 25:6-7 V. AMP)



    Su meta no debería ser volverse tan familiar con sus líderes que los considere sus amigos. En cambio, mantenga un alto nivel de respeto por ellos. Esto lo ayudará a mantener un nivel correcto de formalidad con ellos para nunca sobrepasar sus límites.
    Volverse amigo de su pastor no causará que Dios responda sus oraciones más rápido o que lo ponga en privilegios especiales. En realidad, volverse demasiado amigable con sus líderes espirituales puede realmente ponerle borrosa su visión en relación a la autoridad de ellos sobre usted. Cuando esto sucede, puede desilusionarse u ofenderse si los ve actuar de una manera “rara” mientras están fuera del púlpito. Como consecuencia, puede volverse difícil para usted recibir corrección de parte de ellos. (Continúa...)

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  33. Aprenda a buscar a Dios y no una relación íntima y personal con sus pastores. Si usted es bendecido con una oportunidad de estar cerca de ellos, úsela como una oportunidad para aprender de ellos y absorber su sabiduría. Siempre mantenga en mente que no tiene derecho a ser parte de las vidas personales de sus pastores, sin embargo, sí tiene la responsabilidad de honrarlos.

    ¡Está en la Palabra!

    La Biblia es muy clara sobre honrar a los que están en autoridad espiritual sobre usted. Durante el ministerio de Jesús, muchos de Sus discípulos lo dejaron, sin embargo, Pedro reconoció la autoridad y posición de Jesús.
    Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: “¿Queréis acaso iros también vosotros?” Le respondió Simón Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”
    (Juan 6:66-68)
    Pedro permaneció sujeto al ministerio de Jesús a pesar de lo que otros dijeron sobre El porque él percibía correctamente a Jesús como el ungido de Dios.

    David siguió honrando a Saúl aún cuando Saúl trató de matarlo. Aunque David pudo haberse vengado, rechazó hacerlo por la simple razón que Saúl era el líder ungido y nombrado sobre Israel.
    Hoy han visto tus ojos cómo Jehová te ha puesto en mis manos en la cueva. Me dijeron que te matara, pero te perdoné, pues me dije: "No extenderé mi mano contra mi Señor, porque es el ungido de Jehová".
    (1ª Sam. 24:10)
    Honre a sus Líderes Espirituales

    El primer paso para caminar en honor hacia los que Dios ha colocado en autoridad sobre usted es reconocer su valor como las personas que Dios ha enviado a ministrarlo y cuidarlo. (Continúa...)

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  34. Dios ha elegido pastores para ser las cabezas espirituales de las iglesias locales. La unción fluye desde Dios a través de ellos y a la congregación. Esta es la razón por la cual es importante que usted permanezca en la posición correcta en lo que a su autoridad se refiere. Usted no debería tratarlos de la misma manera que trata a la gente con quien usted se relaciona todos los días. En cambio, debería tener una estima superior por ellos.

    Ver a su hombre y mujer de Dios con la luz correcta le ayudará a comprender su propia posición en relación a ellos. Una percepción correcta de los hombres y mujeres enviados por Dios lo guía a una disposición de su parte para someterse a ellos. La sumisión entonces se convierte en la evidencia de su decisión de honrarlos.

    Junto con someterse a la autoridad espiritual de sus pastores, comprométase con la visión que Dios ha colocado en sus corazones. Lo logra prestando atención a sus instrucciones, sembrando financieramente en sus ministerios y adoptando la visión de ellos como suya propia.

    Aunque ellos hagan cosas que quizás no siempre usted esté de acuerdo o comprenda, siempre y cuando ellos obedezcan a la Palabra, todo estará bien. Si usted sigue sometiéndose a ellos, permanecerá conectado con su unción.

    Hay ciertas cosas que usted ha sido llamado a hacer como “oveja” en el rebaño de sus pastores. Una de las metas principales debería ser proveerles fuerza espiritual edificándolos en oración. En su tiempo de oración, siempre ore para que Dios los proteja y declare que ellos emplean la sabiduría de Dios en el proceso de toma de decisiones. Cualquier cosa que usted haga, no hable en contra de ellos. En cambio, revise la primer llave para poder honrarlos – la percepción correcta.

    Seguir las instrucciones de sus pastores es otra manera de honrarlos. Por ejemplo, si se proclama un ayuno para toda la congregación por un cierto período de tiempo, comprométase a participar. O si se da la instrucción de no dejar la iglesia hasta que sea dada la bendición, no se mueva hasta el final del servicio. Vuélvase parte de cualquier cosa que Dios esté dirigiendo a sus pastores a hacer, hágalo con alegría con un deseo sincero de servirlos.

    Cuando Dios haya dirigido a su pastor a compartir ciertas cosas con la iglesia, trátelo con importancia. Al no cooperar con esas instrucciones, usted se convierte en un impedimento para el plan que Dios tiene para Su pueblo. Recuerde que cada coyuntura del cuerpo ayuda y sus pastores necesitan su cooperación para ver la voluntad de Dios ocurrir en la iglesia local, la comunidad y finalmente el mundo.

    Para evitar deshonrar a sus pastores, no haga lo siguiente:

    1. No deje el ministerio porque ha sido ofendido por algo que le dijeron o hicieron.
    2. No intente estar cerca de sus hijos como una manera de estar cerca de ellos.
    3. No presente propuestas de trabajo o pedidos escritos durante los servicios.
    4. No envíe artículos a la casa de su pastor.
    Asegúrese de hacer todo decentemente y en orden (1a Co. 14:40). Cuando lo haga, Dios lo honrará y exaltará en el tiempo correcto (1a Pedro 5:6).

    Sus Beneficios

    Cuando usted nace de nuevo, se vuelve parte del sistema de obrar de Dios, el cual incluye conectarse a los hombres y mujeres de Dios quienes tienen autoridad sobre usted. El quiere que usted se conecte con un ministerio ungido y que asista a la iglesia regularmente.

    Haciéndolo así, desarrollará su espíritu y podrá realizar exitosamente la voluntad de Dios para su vida. En esencia, honrar a sus pastores es sinónimo de honrar a Dios porque El los ha enviado a usted.

    Respetando, mostrando reverencia y sometiéndose a la unción que está en las vidas de sus líderes, usted se posiciona para el éxito en todo lo que hace. Si permanece fiel en honrarlos, terminará caminando en la misma unción que ellos. ¡No sólo esto, sino que se estará ubicando en la posición correcta para la promoción de parte de Dios y el hombre!"

    (Extraído de www.cristolasolucion.com)

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  35. Leyendo el extracto de este libro se me escapa el comentario de que esta filosofía estaría, en la actualidad, mejor ubicada en un museo que como código ético en circulación.
    Creo sinceramente que muchos términos como: censura, disciplina, corrección,etc hay que reinterpretarlos a la luz evangélica del momento actual (o llegado el caso, incluso, eliminarlos del contexto eclesial).
    Cuando alguien vive solo puede fabricarse sus propias normas. Cuando convives con una o más personas hay que, de alguna manera, establecer un código de conducta para facilitar las relaciones sociales. Si hablamos de una iglesia, se entiende que esta basará su ética en principios bíblicos.
    El problema viene cuando mezclamos churras con merinas para conseguir un fin. Cuando sobrepasamos el terreno de las relaciones interpersonales y nos adentramos en conceptos como sumisión, reprensión, llevar a alguien por el buen camino(aunque sean los ungidos), etc corremos el riesgo de atribuirnos funciones trascendentes y rimbombantes(incluidos los ungidos).Basta con leer el extracto anterior. Cuando en realidad lo que estamos haciendo, tristemente muchas veces, es sólo el ridículo. Eso sí, cuanta más vehemencia mejor.
    Como dice Niel, perdonad mi intromisión. Desconozco por completo el caso y nada más lejos de mi voluntad que echar sal en las heridas( percibo todavía sin cicatrizar).

    Un saludo

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  36. Desgraciadamente, todo lo dicho después de mi intervención no ha hecho más que abundar en mi pensamiento. Teresa, seguro que tu amiga tenía razones de peso para sentirse ofendida con la conducta del clérigo. Es más, si mi pareja o un familiar muy allegado a mí fuera objeto de comentarios tendenciosos y falsos, yo también me enervaría. Pero, repito, creo que ella se equivocó al echar por la cale de en medio. Que tiene razón, sí; la entiendo, la comprendo, me pongo en su lugar, pero no justifico su conducta. Y no porque se tratara de un clérigo (ni aun siquiera que se hubiese tratado del Presidente de turno de la Asociación General), sino porque perdió las formas. Así de simple.

    Por otra parte, ninguno de los dos clérigos que mencionas tampoco actuó como es debido; el primero por difundir infundios (si eran intencionados o no, a estas alturas, es lo de menos) y el segundo por darles crédito y tomar partido por el primero sin antes haberse cerciorado de la veracidad de la información que le llegaba y sin haber escuchado a la otra parte; y ambos por no buscar un hueco en sus agendas para escuchar a alguien que les pedía poder explicarse en un tema que, al parecer, era delicado. Y, finalmente, la iglesia local, que se vio arrastrada a una vorágine de dimes y diretes que sólo ha traído la disensión y la disputa.

    Y todo por una mala comprensión de qué es la honra del ungido. Porque, si es cierto que al ungido se le debe un respeto, no lo es menos que este respeto no viene por infusión divina, sino por la integridad mostrada en el día a día por quien ha sido ungido. Recordemos que Saúl había sido ungido y, a causa de su conducta, Dios ungió a otro en su lugar.

    El ungimiento no es in æternum, es revocable. Y eso, según parece, muchos ungidos lo han olvidado.

    Pero, repito, en el caso que nos ocupa, todos obraron de manera contraria al espíritu de reconciliación. Al menos es lo que entiendo por la información que se nos ha facilitado.

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  37. Lo del “Apóstol” (él mismo 'dixit') que reproduce JRJ es revelador de la actitud de estos clérigos. Puro papismo disfrazado de protestantismo.

    Por lo demás, ahora que vamos conociendo más detalles (aunque sería bueno que también apareciera la otra versión), podemos tener una idea más cabal de lo ocurrido.

    Aun así, creo que es mejor no ahondar en ello quienes no hemos sido testigos. Lo que sí es válido, entiendo, es analizarlo como un caso (o “supuesto”) genérico para seguir extrayendo conclusiones.

    En este sentido, si bien concuerdo mucho con Niel, creo que cabe matizar que cuando te están cerrando todas las puertas (esto también lo sabe uno por experiencia):

    1. Es plenamente legítimo llevar el asunto al ámbito público (Jesús mismo lo aconseja en Mateo 18: 17, aunque con el requisito previo de haberlo intentado antes a solas con algún testigo).

    2. Es comprensible, y casi diría que tolerable (aunque no justificable), incurrir en ira, que hasta puede asemejarse a “ira justa”. El problema está, sobre todo, en quienes la han provocado (ver Efesios 6: 4).

    No creo que quepa, pues, la equidistancia.

    Un fraternal saludo.

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  38. Por error publique el siguiente comentario en otro blog. Lo remito aqui.


    Hola Neil, estoy completamente de acuerdo con lo que dices, no obstante quiero recordarte que mi amiga es la única que ha pedido perdón públicamente y lo hizo en la misma reunión administrativa en la que se propuso el voto de censura a estas alturas me pregunto ¿ porque el clérigo no lo ha hecho también ¿ ¿ los motivos por los cuales debería hacerlo? en la reunión informativa en la que sucedieron los hechos después de que la hermana Z cuestionara la información que estaba dando el pastor éste, contesto a viva voz que la mencionada hermana necesitaba una REPRIMENDA (citó textualmente) ante el murmullo que se levanto en la iglesia, rectifico la palabra y la sustituyo por la de VOTO DE CENSURA. No solo porque había dudado de su palabra sino porque le había llegado información de que la hermana Z ,,, esto y lo otro hizo mención pero sí, que le sirvieron a él para digamos “ agitar “ a los miembros tan es así que en la siguiente junta de iglesia “ aparecieron “ en ella por “obra del espíritu santo tres hermanos ( que la propia junta desconocía su presencia) en la que le daban la razón al pastor , en algún caso no estaban seguros de que la hermana Z fuera la culpable pero por si lo era... le daban una “ ayudita “ al pastor. ¿Que porque estos miembros acudieron tan “ gustosamente “? esto es un tema que detallare más adelante por cierto quien imagináis que les animo a asistir ¡el pastor!
    No quisiera terminar sin preguntar si conocéis alguna ocasión en que la censusa se haya aplicado tan rápidamente, los hechos sucedieron un sábado y al siguiente la hna Z ya recibía la notificación de la secretaria de iglesia en la que se le comunicaba por un lado que pidiera disculpas y por otro que seria presentada a la iglesia una propuesta de censura, ¿ no os parece un contrasentido ¿ por un lado que pida disculpas y por el otro (independientemente que lo haga o no) una propuesta de voto de censura, no se le llama vulgarmente a esto “caza y captura” de la presa, a todo esto sin que el pastor contactara con Z ni tampoco tres de los cuatro ancianos porque uno si lo hizo, la visito ( gesto que mi amiga agradece enormemente) y trató de seguir los pasos que la Biblia recomienda en estos casos ( he de añadir que desde entonces se le acusa de tomar partido) nada mas alejado de la realidad, simplemente obro para que las cosas se hicieran debidamente, no fue escuchado y la propuesta siguió adelante, después de celebrarse la reunión administrativa este anciano presento su dimisión. Es el final del punto que sigue...
    Teresa

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  39. Estoy siguiendo el caso desde hace días, primero mi rechazo total a toda maniobra dentro de la iglesia, y ¡ hay tantas ! en el caso que nos ocupa se ve claramente que el clérigo quería a toda costa la censura para esta hermana, imagino que con "ungidos" así en la obra, satanás descansa tranquilo.
    un saludo
    Ana Garcia.

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  40. Lo vergonzoso no es estar equivocado sino descubrir la luz verdadera y seguir en la oscuridad.Bendiciones

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